Periodistas de uno y otro equipo escriben relatos personales en 'Un derbi solidario'
Portada del libro. |
Un codazo me hizo hacerme simpatizante del Sporting de Gijón.
El codazo, seco como un golpe de martillo, me dejó una huella peor que una cicatriz. Puede que fuera mi segunda gran decepción deportiva tras la final de la Copa de Europa de Atenas, punto y final del Dream Team de Cruyff. Meses después, y en el Mundial de Estados Unidos 94, Luis Enrique se señalaba la nariz. Se la había roto Tassotti. Impotente e incrédulo, el asturiano venía a decirle al árbitro: “¿Pero no ves que estoy sangrando?
¿Me crees capaz de pegarme yo mismo?”. Luis Enrique había salido de la Escuela de Fútbol de Mareo, la del Sporting, aunque por entonces (por más que años después, ya con la camiseta azulgrana, dijese que no se gustaba viéndose de blanco) jugase en el Madrid. Abelardo, al que no le faltó tanto para impedir el gol de la victoria de Roberto Baggio, debutaría con el Barça semanas después.
Bastaron esos dos detalles (más el fichaje de Pier, el eterno Ablanedo II...) para sentir simpatía por el Sporting y, de rebote, no desearle demasiada suerte al Real Oviedo, que casi siempre se le atragantaba al Dream Team. La rencilla está superada. Del Oviedo recuerdo a Oli, una flecha hábil y desequilibrante; al eterno Esteban, que acaba de volver al club; los peinados de colores de Abel Xavier; o la sutileza de Dubovsky, que perdió la vida en unas vacaciones en la isla tailandesa de Koh Samui. Gracias a Carmen Menéndez sé que era un tipo tan sencillo que podía salir del vestuario con el bote de gel en la mano. Lo cuenta en Un derbi solidario. 46 historias azules y rojiblancas por una buena causa, que cayó en mis manos el verano pasado en Gijón, donde fui con un par de amigos, Marcos y Javi. La excusa principal, al menos la mía, era visitar El Molinón y hacer una escapada a Oviedo para ver el Carlos Tartiere.
De aquellos días, además de las fotos de rigor, guardo este libro ideado por Pedro Zuazua y Antón Meana y que funciona como punto de encuentro ejemplar, pues los beneficios del libro son para la Asociación de Autistas “Niños Del Silencio” (ADANSI), entre 23 periodistas del Sporting y otros tantos del Oviedo que comparten momentos de su equipo. “La rivalidad eleva así la mirada”, apunta Graciano García, presidente del Grupo Paraninfo. Para muestra, las fotos divertidas de David Villa y Juan Mata, exponentes de la cantera de los dos equipos, en la portada y las páginas interiores.
“La victoria o la derrota en un derbi duraba hasta el siguiente derbi, y eso era mucho tiempo”, sentencia, en el primer relato, Carlos Muñoz, ex jugador del Oviedo. Aunque hay otros partidos que tampoco se olvidan jamás. Que le pregunten a Pedro Zuazua por la promoción fallida del Oviedo ante el Arteixo y a Chisco García por la eliminación de la UEFA a manos del Génova, justo antes de marcharse a Salamanca a estudiar periodismo.
El Sporting-Barça de la temporada 1994-1995 fue el del debut de Abelardo con el Barça, de Lediakhov con los locales y el de Ricardo Rosety como periodista deportivo. Hay varias historias sobre la primera vez, relatos de pequeños grandes detalles como el gesto de Lavandera a un pequeñajo Piti Estrada, y recuerdos agónicos, como la promoción para evitar el descenso a Segunda del Sporting contra el Lleida y del Oviedo contra Las Palmas, o el penalti parado por Esteban que bajó al Atlético y salvó al conjunto carballón. O a los que hablan del curso 1978-1979, cuando el Sporting se presentó en el Bernabéu empatado a todo con el Madrid y perdió con un tanto de Santillana. Ésa pudo ser su Liga.
Hay también instantes para recordar cuánto tenía de mago, y de rebelde, Juanele; para hablar de una derrota ante el Villarreal que acabó sirviendo de revulsivo en aquel Sporting de Manolo Preciado, muy presente a lo largo de la obra desde diferentes puntos de vista; para que Faustino Álvarez reivinque la figura de Juanma Lillo y proclame que su cese fue injusto... Rafael J. Álvarez, en el relato A las vacas, ni mú, aprovecha la ocasión para enfocar a los silenciosos: “Yo era más de Vinyals, porque siempre he pensado que los suplentes son mejores que los titulares”.
Es un libro para que futboleros y enfermos del deporte en general se lo pasen pipa buceando en la hemeroteca, pero también para los escépticos, a los que ayuda a comprender el amor por un equipo, el dolor por sus penas y los gritos y cánticos por sus alegrías, por modestas que puedan llegar a ser. Y para que sepan cómo nace el sentimiento hacia un equipo. En el caso de Juanma Castaño, Senén, “un güelito de los de toda la vida, de los de paga de domingo, carné de socio del Sporting para el nieto, transistor grande pegado a la oreja y corbata y chaqueta con el escudo del equipo”, es el responsable de su amor por el Sporting. El club que sirvió de excusa perfecta a Sergio Fernández para acercarse a la chica de clase que le gustaba.
Se nos recuerda que al fútbol también se puede jugar con pelotas hechas de trapo o periódicos y sujetas con gomas del pelo, o incluso con chapas. Y cómo es difícil olvidarse de jugadas puntuales, como la del fallo de Rubiato (fantástica la secuencia de Nacho Azparren), tan conmovedor como el desenlace de El grito, de Eduardo Castelao. Uno de los más duros junto con las menciones a Preciado en una obra que ha tenido continuidad. Un derbi solidario 2. 50 historias azules y rojiblancas por una buena causa es el segundo volumen. En la portada, Vicente Del Bosque, sostiene una camiseta del Sporting y otra del Oviedo.
Título: Un derbi solidario. 46 historias azules y rojiblancas por una buena causa. Editorial: Ediciones Paraninfo. Páginas: 152. Valoración: 4.2 sobre 5.
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