Carlos Bernad, Víctor Lapeña, Víctor
Lorente y Teresa Seco, entre otras, reflexionan sobre el club polideportivo
zaragozano, fundado en 1948
La mascota del Stadium Casablanca repartiendo carracas. Al fondo, las niñas de la mopa. Foto: Toni Delgado. |
Toni Delgado / Zaragoza
Se dicen algo al oído y no pueden parar de
reírse. Las niñas encargadas de la mopa son un torbellino. El grupo, al que
después se añaden tres renacuajas más, comparte provisiones (patatas fritas,
barritas de chocolate, agua...), no se pierde un detalle del Stadium
Casablanca-CB Bembibre y aprovecha el descanso y algún tiempo muerto para salir
a la
pista y tirar a canasta. “Suelen ser jugadoras y jugadores de
categorías inferiores del Stadium”, explica el fotógrafo Carlos
Bernad.
Las chiquillas de la mopa definen el
espíritu del Stadium Casablanca, un club polideportivo y familiar fundado en
mayo de 1948 por el sacerdote Francisco Izquierdo Molins. “Somos socios
desde hace 12 años. Utilizo la piscina, el gimnasio y las pistas de pádel”, cuenta
Eva Gálvez: “Hoy no veremos el partido del Stadium. Hemos ido un par de
veces. Un día estaba allí Pau [Gasol] o Rudy [Fernández]”.
—No era Ricky Rubio —le corrige su hijo,
Pablo Sierra, que juega al baloncesto, pero no lo sigue demasiado.
—Ricky Rubio, perdón. Nos hicimos una foto
con él. Venía a ver a su hermana [Laia Rubio], que jugaba en el rival
—puntualiza su madre.
En la entrada del complejo deportivo me
entregan la acreditación para el partido de la Liga femenina. En un campo hay
unos chavales dándole patadas a un balón —un cartel advierte una cosa obvia,
que no lo es tanto para algunos: “Para jugar será obligatorio la
utilización de zapatillas de deporte”— y otro grupo se dirige a las pistas
de tenis, mientras hacen malabarismos con las raquetas. Del pabellón Eduardo
Lastrada sale Víctor Lapeña, entrenador del Stadium Casablanca, con una pizarra
en la mano. Quiere repasar los últimos detalles antes del partido ante el CB
Bembibre: “Éste es un club social con muchas secciones, desde el
baloncesto al fútbol pasando por la natación, el ajedrez o el patinaje. La
entidad no derrocha sus recursos en ninguna, sino que trata de cuadrar la
supervivencia de cada una y que tengan un buen nivel”. Confiesa que
está encantado de trabajar en el club en el que dio sus primeros pasos como
entrenador y de vivir con la familia en su ciudad.
Hodges saluda a una espectadora antes del partido. Foto: Toni Delgado. |
Roneeka Hodges aparece oculta bajo los
cascos de música. Seguro que la estrella del Stadium Casablanca le ha sugerido
a Víctor Lorente, el pinchadiscos y el speaker del club, que incluya
alguna de sus canciones favoritas en el repertorio que suena en los encuentros.
Al principio de la temporada las jugadoras le piden a Víctor una lista de temas
que les gusten para calentar y sobre la marcha va añadiendo temas “más
cañeros” que estén de moda. “Los sitios de Zaragoza engancha
mucho al público, y Pa
panamericano fomenta que el público aplauda y empuje más al equipo. We will rock
you o Stop the Rocktambién son otras canciones
habituales”, añade.
Para la presentación de las jugadoras de
uno y otro equipo Víctor Lorente solía poner Thunderstruck, pero
el otro Víctor, Lapeña, le ha sugerido que la cambie por la banda sonora
de Los siete magníficos. Esta vez la canción anterior es una
petición de este periodista. “¿Quieres It’s my life de
Bon Jovi? Pues te la ponemos. Aquí estamos abiertos a todo. Lo importarte es
que el público esté cómodo y se entretenga. No creo que las jugadoras se
percaten de las canciones durante el partido”.
Aleksic y Jenkins chocan las manos con sus compañeras durante la presentación. Foto: Toni Delgado. |
Puede que las infantiles del club a las
que entrena Sara Sancho sí estén más atentas al pinchadiscos: “Vienen a
ver a las mayores. Están enganchadas. Raquel [Terrer], la júnior, nos ayuda a
entrenar un par de días a la semana. No coincidimos mucho con el
primer equipo porque suele entrenar en otro pabellón”.
Teresa Seco echa de menos su pasado. Hace
dos años era la delegada del Stadium Casablanca, del que también fue jugadora.
Encuentra a faltar “la vidilla” del día a día, la relación con
todos (jugadoras, cuerpo técnico...) y, sobre todo, “competir. Y sí,
tenía mis manías, como jugar siempre con los mismos calcetines”. Aprovecha
la ocasión para reivindicar el baloncesto femenino: “No es tan
espectacular como el masculino, pero es muy rico técnica y tácticamente. Cuando
llegan los Juegos Olímpicos, tiene su boom, pero luego la gente se vuelve a
olvidar de él”.
Antes y ahora las jugadoras no se olvidan
de gestos como los de Carlos Bernad, uno de los fotógrafos pioneros del
baloncesto femenino: “Me sorprendía ver cómo jugadoras de
élite me agradecían que les diese una foto suya. En esos tiempos era en
papel”. Carlos seguía al CD Basket Zaragoza y ahora acude a los
partidos del CD Basket Antiguo Boscos, donde “son todas aragonesas”,
y del Stadium Casablanca, “repleto de cara nuevas en una Liga en la que,
exceptuando al Uni Girona y al Perfumerías Avenida, hay mucha igualdad”.
Irene Lahuerta, cantera del Stadium Casablanca, defiende a Stanacez ante la mirada de Mony. Foto: Toni Delgado. |
“Se han unido Mann Filter y Stadium Casablanca,
dos empresas solventes, con las ideas muy claras y una ilusión tremenda.
El CD Basket Zaragoza era un proyecto más ambicioso, quería jugar
competiciones europeas, pero estaba muy mal gestionado. Por eso
desapareció. Nosotros trabajamos para ser el referente de la ciudad en
baloncesto femenino y para que en unos años la mitad del equipo sean
aragonesas. Tenemos una base muy sólida”, expone Víctor Lapeña. Ante el
CB Bembibre hay tres jugadoras convocadas que han mamado el club desde
pequeñas: ni Carolina Esparcia, la capitana, ni Raquel Terrer, la
júnior, juegan ni un minuto. 3m 32s disputa Irene Lahuerta, que anota un
triple. Una canasta muy celebrada por la mascota, una abeja muy activa que se
pone a tocar el tambor, aplaude y reparte una caja de carracas del
patrocinador (parte del público las hace girar con gracia). La mascota también
le da palique un buen rato a las niñas de la mopa. Y a los seis
niños que custodian la otra. No hay duda: el Stadium Casablanca hace mucho
ruido.
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