No lo conocía en persona, aunque por su forma de
escribir intuía que Iván Vega (Esplugues de Llobregat) era metódico y ordenado al
límite. Tal cual: “Apenas pongo papeles ni más de un libro en el
escritorio porque tomo nota de cuanto necesito y luego vuelvo a dejar la obra
en la estantería”. Una disciplina que aprendió de uno de sus maestros
de vida, Ferran Bellfort, que fue bibliotecario de la biblioteca de la Unió
Sants, la “mejor” de ciclismo de España. Aparece con una
mochila y varios kilos de cansancio.
La excusa de la conversación con Cronómetro de
Récords es su tercera obra, Secundario de lujo. Una vida entre
campeones (Cultura Ciclista),
un retrato sobre Jaime Mir, un pionero que ha tocado todos los palos el
ciclismo y que “es más conocido que muchos ciclistas”. El
mítico señor con bigote que esperaba a los ciclistas en la zona de meta para asearlos
y peinarlos antes de subir al podio y que ha participado en 126 películas.
—¿Cómo es tu hemeroteca de ciclismo?
En casa tengo, sobre todo, muchos libros en francés,
italiano e inglés. En Ámsterdam me vi obligado a comprarme una maleta para
meter los 13 que me compré. Es el paraíso del ciclismo. Cuando vamos a una
ciudad entramos en las librerías. Mi hija Raquel se va a los libros infantiles,
Iker, a los de fútbol, y yo, a los de ciclismo. Y Mari Carmen se sienta a
esperarnos.
—¿Cuándo, por qué o por quién te enamoraste
del ciclismo? ¿Es un amor obsesivo?
Yo estoy en ciclismo porque da dinero. Quizás soy
demasiado frío. Me siento el tipo más feliz del mundo por haber convertido en
mi oficio algo que me gusta desde que pequeño. Aunque también lo fui cuando
trabajé en una agencia de viajes, y también estuve en RENFE. No lo voy a negar,
mi blog, El cuaderno de Joan Seguidor, tiene publicidad.
—¿Por qué nació?
Empecé el proyecto en un momento de grave crisis
económica, ya que dos medios en los que colaboraba lo estaban pasando mal.
Desde el primer día, el 1 de enero de 2011, la filosofía ha sido siempre la
misma: ofrecer artículos y reflexiones que no me llevasen más de 15 minutos de
preparación, no caducasen y aportasen algo interesante. Del ciclismo me gusta mucho
analizar las estrategias de unos y otros.
—“El ciclismo, más allá del palmarés, se
escribe con los sentimientos que se sepan despertar en la gente”, defiendes en Secundario de lujo. Mikel Landa dijo
hace unos días más o menos lo mismo en una entrevista de Carlos Arribas en El País.
Una de mis reflexiones cuando Chris
Froome ganó su
tercer Tour fue preguntarme cuál es el concepto de espectáculo del Team Sky. ¿Qué
sentido tiene poner al equipo a tirar del pelotón e impedir que se mueva nadie?
Es un equipo patrocinado por una productora de cine… ¿Podría hacer una película
de eso? Las victorias sin sentimiento no transcienden. Ahora se accede a tantos
datos que el ciclismo parece abocado a convertirse en un Mundial de Fórmula 1.
Por eso se agradece que haya carreras donde los patrones se rompen, como la
París-Roubaix, las clásicas en general, o el desenlace del Giro de Italia del
año pasado.
—En Secundario
de lujo explicas la Guerra Civil, a través del testimonio de la madre, el
hermano y el pequeño Jaime Mir, que tuvo que irse a vivir con su abuela a
Valencia. Te gusta ofrecer una mirada amplia. Cuando hablas del Caso Festina, el
primer gran escándalo de dopaje en el ciclismo, recuerdas que coincidió con el
Mundial de fútbol de Francia.
Sí, me gusta hacerlo. Es más evidente en el libro de
Mariano Cañardo [El primer campeón, su
primer libro, también editado por Cultura Ciclista]. ¿Sabes? Lo que más me
impresionó de Jaime Mir es el dominio que tiene del callejero de Barcelona.
—Pero fue taxista.
¡Pero en los años 50! Tiene una gran memoria para las
calles, se acuerda del nombre de las personas y de sus cargos, y es capaz de
hacer descripciones físicas y psicológicas muy completas.
—Trabajó como chófer de José L. Lasplazas, el director de El Mundo Deportivo.
Éste fue quien le propuso ir al
Tour de Francia de 1959 para ser el conductor del coche de sus dos redactores
desplazados, Joan Plans y Ramón Torres.
—Y luego Jaime Mir cantaba las crónicas de los periodistas por teléfono.
Ese Tour fue el primero que ganó un español, Federico
Bahamontes. Jaime Mir defiende que Fausto Coppi fue su gran consejero.
Tanto Mir como los redactores de El Mundo Deportivo lo advirtieron así. El director del equipo, [Dalmacio]
Langarica, le preguntó si había hablado con Coppi y le confesó que sí y que le
esperaba en París para celebrar la victoria porque no podía venir a verle al Tour.
—Joaquín Palomera, el dueño de Ciclos Palomera, le enseñó a poner
parches, coser tubulares… Como Mir le ayudaba durante la semana, los domingos
por la tarde le dejaba escaparse un rato con una de las bicis que alquilaba en
la tienda. Tiempo después se compró su primera bici por piezas y la completó en
nueve meses. ¿Es alguien con los pies en los pies en el suelo al que la
adrenalina hizo volar?
Sí. Admite que su mujer ha sido fundamental en la administración
de sus ganancias porque él era un poco mano rota. El primer trabajo de Jaime
Mir fue llevar a una marquesa arruinada a tomar café al Salón Rosa, de Passeig
de Gràcia, una ocupación que compaginó
con comuniones, entierros, bodas…
—Y se convirtió en el taxista de algunos ciclistas, como Company, Saura
o Gual, a los que conoció en Ciclos Palomera. No les cobraba nada.
Poco a poco fue metiéndose en este mundillo para
ayudar a los deportistas, aunque no se imaginaba que al final podría sacarle
rendimiento económico a su pasión.
—Fue pionero preparando a los ciclistas
para que subiesen impecables al podio. Para que no les faltara de nada a los
corredores le ficharon ya en su primer equipo ciclista, el Kas.
Pensaba que los ciclistas podían dar mucho mejor
impresión ante el público en el podio si se les arreglaba un poco después de
tanto esfuerzo. Se preguntó durante un tiempo cómo era posible que Jacques
Anquetil apareciese impoluto como un ángel tras las carreras, mientras el resto
daba pena. Un día descubrió el secreto: su mujer, Jeanine, lo dejaba perfecto.
—Jaime Mir paraba al ciclista, le secaba el
sudor, le ponía el maillot y la gorra… ¿Crees que le generó algún problema con
el equipo que le pagaba en ese momento? Porque muchos equipos le daban sus
gorras…
Asegura que no le supuso ningún inconveniente. Simplemente
los equipos que no tenían la infraestructura le daban una gorra para que se la colocase
a sus corredores si ganaban. Después tampoco tuvo ningún problema para ir a
carreras para ir a rodar películas. Era un pluriempleado.
—Ahora te iré enunciando descripciones que
haces sobre Jaime Mir. Añade lo que quieras sobre cada una: “Rebelde desde
joven”.
Su hermano era modélico y él, todo lo contrario:
estudiaba poco, le echaron de aprendiz de un taller por dejar sin un ojo a un
compañero tras tirarle con una goma, a modo de tirachinas, un pequeño clavo…
—“Buscavidas”. “Siempre superviviente”.
Va con un reloj que te cagas, tiene un piso muy
bonito… ¡Se lo ha currado! No hay por qué avergonzarse de que te haya ido bien
en la vida. ¡Al contrario, tienes que llevarlo con naturalidad! Es un
superviviente porque siempre está como quejándose por ir apurado de dinero.
—“Un gran tímido”.
Lo sigue siendo. En las distancias cortas y en su casa
es muy pausado. En la línea de meta se encendía, se transformaba para hacer
todo lo posible para que se viese bien la marca…
—“Vanidad cero”.
En lo personal sí, pero cuando estaba en el cotorro
reclamaba el tiro de cámara.
—También se lo pedía la marca. Ser centro
de atención era parte de su trabajo.
Sí, pero… ¿Está al abasto de muchas personas? Tienes
que tener un punto de vanidad también.
—Y de ambición.
Lo cuenta todo con naturalidad. Supongo que en su
momento formaba parte de la adrenalina.
—Siempre tuvo mucho respeto por los plumillas,
a quienes facilitó su trabajo para entrevistar a los ciclistas.
Claro, sabía que el periodista era el prescriptor de
la marca y del ciclista que, por más de que llegase más o menos perjudicado a
la meta, tenía la obligación de atenderle bien.
—¿Jaime Mir es un camaleónico que no pierde
la autenticidad?
Se sabe adaptar muchísimo a las personas con las que
se relaciona. De hecho, fue relaciones públicas en el Crazy Horse, [“un local
muy en boga en la Barcelona de los 70 que vivía la efervescencia del destape],
y sabía cómo tratar a los actores, representantes o cantantes que iban.
—¿Lo más peculiar que ha hecho ha sido
salir al escenario con las vedettes semidesnudas
en el Crazy Horse?
No. Ha participado en películas de cine S, aunque no
era X.
—Apareció, por ejemplo, en Los
bingueros con Andrés Pajares y Fernando Esteso.
Y aprendió a tirarse de un caballo para participar en
los spaguetti western… Frikadas ha hecho muchas. Su primera película, Las
piernas de la serpiente, es muy divertida. Él dice que le quedaron algunos
papeles por hacer, aunque el que bordaba era el de malo, con su bigote
generoso, exigencias del guión de las películas. También se jugó el mostacho con
ciclistas como Luis Ocaña, José Ángel Sarrapio o José Luis Viejo, el protagonista
de la fuga más larga de la historia del Tour.
—Fue íntimo de Luis Ocaña, que era muy
reservado. Casi inaccesible.
Ocaña en las distancias cortas era muy inseguro e
inquieto. Mira cómo acabó [se suicidó]. Se llevó un gran desengaño cuando fue codirector
con José Antonio González Linares en el Teka de Santiago Revuelta y comprobó
que los ciclistas no eran como él.
—Porque no tenían su ambición y quizás no
estaban dispuestos a hacer lo que él decía.
Eso le desanimó mucho. Ocaña esperaba que sus
ciclistas tuviesen sus cojones.
—Y su talento.
Claro. Pérez Francés también era muy bueno. En 2009 el
Tour de Francia quiso homenajearle en Montjuïc, donde había ganado una etapa en
los años 60 [en 1965]. Le dijo al director general de Christian
Prudhomme que esa mañana saldría en bici como siempre y que vería
pasar la prueba en un punto en concreto [Conreria], donde podrían hacerle el homenaje si
querían. No le
interesa saber nada de casi nadie, aunque con Mir queda para cenar casi todos
los meses.
—¿Fue frustrante para ti que en el capítulo
sobre el Caso Festina no se quisiera mojar casi nada? Él trabajaba para el
equipo.
No. Más o menos me lo esperaba.
—Asumías que solo te lo diría a título
personal...
Tampoco me ha contado gran cosa. Si creías que me habría
hablado de bolsas de sangre colgadas en alcayatas en hoteles, pues no lo hizo. Jaime
no quería problemas con nadie, por más que haya sido crítico con Richard
Virenque, Bruno Roussel, el director del equipo, y al masajista, Willy Voet [al
que la gendarmería belga pilló con una gran suma de sustancias dopantes en el
maletero; se sospecha que fue un chivatazo].
—En muchas de las entrevistas que le han hecho a lo largo de estos años
hay una palabra recurrente, “hombre-anuncio”.
Y no le gusta nada, nada. Es más, me ha hecho quitarlo
varias veces en el texto.
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