Salomé García haciendo una reflexión peculiar. Por favor, fijaos en sus calcetines... Fotos: Toni Delgado / Cronómetro de Récords. |
Toni Delgado / Sant Feliu de Llobregat
Hacía tiempo que no tenía tan clara una foto antes de una entrevista. Es más, intuía que Salomé García (Alicante, 1992) le daría su toque especial.
—Salo, ¿qué te parece si haces una flexión?
—¡Perfecto! Pero déjame levantar un poco el pie. Espera... Mejor que se vea el escudo, ¿no?
La nueva alero del Barça CBS, la mejor (15 puntos, cuatro asistencias y dos rebotes) en la victoria ante el CB Islas Canarias, es un reto continuo. Alguien inconformista que tiene un remedio infalible ante las excusas y que hace brillar y reír al resto. Tras la primera pregunta se nota que Salomé Salomé no puede esconder sus emociones y que se enamora de cuanto hace.
—¿Dónde estabas cuando te llamó el Barça CBS?
Pasando una gran tarde de playa en San Javier (Murcia). Eran unas mini vacaciones. Tenía ganas de tomarme un heladito.
—Te sentaría bien...
¡De maravilla! Nada más colgar, llamé a mi madre para ver qué le parecía la propuesta. Lo comento todo con ella y mi padre. Fue una sorpresa y una gran alegría. Se me olvidó de golpe que se me había roto el coche el día anterior...
—Fichar por el Barça CBS te exigía marcharte del AD Cortegada, el club casi de tu vida.
Cuando finalizó la temporada sentí que se había acabado una etapa y que necesitaba un cambio. Fue duro dar el paso. Escribiendo la carta de despedida se me removió todo por dentro. Me costó tanto redactarla... ¡Tanto! No quería dejarme a nadie por mencionar. El AD Cortegada siempre será una familia para mí. Quiero ver ahora su partido ante el Iraurgi y apoyarlas desde la distancia. Toda la gente de allí se alegró mucho de mi fichaje por el Barça CBS. Me llevo eso. Su reacción es indescriptible.
—¿Cuál es tu legado en el AD Cortegada?
El haber llegado como una niña y haber madurado tanto como persona como jugadora. Me siento afortunada de que muchas niñas me hayan visto como ejemplo. Hemos crecido juntas y eso es maravilloso.
—¿Te ves como un líder social, anímico, ejemplo de compromiso o estratégico?
Me identifico un poquito con cada uno, pero, sobre todo, con el líder de compromiso. El trabajo es el único camino. Intento ayudar, guiar y motivar a mis compañeras. ¡No paro!
—Sara Gómez, excompañera tuya en el AD Cortegada, ve en ti "trabajo e ilusión, además de estilo de calcetines". [Risas].
En los viajes le enseñaba los calcetines a toda la expedición...
—Pero éstos son muy normales... Son blancos.
No, mira... ¡Tienen unos ojitos!
—Ostras...
¡Te he pillao! [Risas]. Los calcetines me parecen súper divertidos.
—¿Laia Palau ha sido la compañera con más ética de trabajo que has tenido?
Con Laia Palau no compartía el día a día. Ayudaba en aquel gran Ros Casares de Elisa Aguilar, Amaya Valdemoro, Anna Montañana... Sí que he pasado ese tiempo con Sara [Gómez], que me parece un gran ejemplo, o con Montse Gilabert. Son un par de inconformistas que siempre tendré como referentes.
—¿Cómo recuerdas tu primer entrenamiento con Amaya Valdemoro? Era tu ídolo...
[Se ríe]. ¡Ahora somos amigas! Subí a entrenarme con el primer equipo del Ros porque Amaya tenía los gemelos bastante fastidiados. Desde donde estaba sentada me animaba y me daba pautas. Amaya sabía que yo que moría por ella y... ¡Me dejó su camiseta para jugar mi primer partido...! Yo tenía una con número, pero sin nombre y disputé ese encuentro con el 13 y Valdemoro. Nunca lo olvidaré.
—¿Y cómo te dejaron jugar así?
Era un amistoso ante el Ekaterimburgo.
—Vale, vale. Contra el Basket Zaragoza, en tu debut en Liga Femenina, sí que tenías el 8 con tu nombre.
Ahí sí. Cuando Amaya se recuperó... Recuerdo defenderla en el primer entrenamiento y pensar... ¿La miro? ¿La defiendo? ¡No sabía qué hacer!
—¿Cómo te sentó la desaparición del Ros Casares?
Fue un golpe duro que un club referente para muchas niñas como yo se apagase así. El Ros Casares lo ganó todo.
—Esta semana, cuando se anunció el adiós de Erika de Souza del Perfumerías Avenida, le llamaste "pedita". ¿Le pusiste ese apodo o es una palabra que sueles utilizar?
[Risas]. ¡No! Te lo explico bien... En mi primer viaje en bus con el Ros no sabía dónde sentarme. De hecho, subí la última. Estaba descolocada. Erika, desde el fondo, me dijo: "Ven, ven...". Y nada... Digamos que me hacían alguna novatada y salió lo de pedita... Y ahí se quedó. Ella me llama pedita y yo, igual. [Risas]. Aventuras...
—¿Se puede contar un poco la aventura? ¿Alguna bomba fétida?
Alguna, alguna... No voy a entrar en detalles porque son cosas de equipo... Erika me dio mucha confianza para sentirme a gusto en el equipo: era quien jugaba conmigo y me hacía reír. Un viaje pasaba de ser serio a inolvidable. Me lo pasaba pipa con Erika. ¡Es increíble!
—Estoy de acuerdo. No le gusta nada conceder las entrevistas y siempre me ha atendido muy bien.
Es una pasada.
—Veo que tienes varios tatuajes.
15, en concreto.
—¿Te harás uno que ponga Galicia como el que tiene Anne Senosiain, capitana del Celta?
No. Éste, Come on! es, en parte, por Galicia. Es del año de la fase de ascenso en León, el 2017. Perdimos por tres puntos la final ante el Estudiantes. Éramos un equipo que jamás bajaba los brazos. Me hice el tatuaje por ese sentimiento, porque mi familia estuvo en el pabellón... Mi madre me dice muchas veces: "¡Vamos! ¡Vamos!". Lo que absorbo de mi madre lo transmito en la pista. Este tatuaje me recuerda mucho a Galicia.
—"Yo sonrío porque es lo que me ha enseñado ella", le confesabas a Víctor Belinchón en una conversación para Kia en Zona. Siempre dices que no te puedes comparar con tu madre, pero te comportas como ella.
Para mí mi madre lo es todo. Tengo tatuajes y muero por ella. A pesar de la distancia, siempre la he sentido cerca y me ha ayudado. Los primeros años en Galicia fueron complicados. Estaba sola, a 1.000 km de la familia... Tuve bajones, claro, pero mi madre siempre me dado motivos para continuar. Mis padres me han enseñado a ser responsable y disciplinada.
—Toni, ¿y si me haces una saltando? Se me da bien. —¡Y tanto, Salo! Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords. |
—"Como compañera te exige al máximo. Si te relajas en un entrenamiento, te pasa por encima", destaca Cristina Loureiro, con quien coincidiste en el Celta y el AD Cortegada.
Si exiges el 100% a tus compañeras, cuando un partido les pida ese nivel, estarán preparadas. Si una compañera se relaja, se lo digo. Entrenándote se contestan muchas preguntas.
—"Me quedo con su espíritu competitivo y su energía. En ese caso siempre es la número uno. Nada le impide dar el cien por cien. Da igual que pasen los años. Su ilusión sigue intacta", te retrata Cristina Loureiro.
No puedo bajar el pistón porque he sacrificado muchas cosas, como pasar más tiempo con mi familia, con mi hermana pequeña de 10 años... No me lo puedo permitir... ¡Me sentiría mal conmigo misma! Siempre tengo un motivo para estar al 100%. Cuando dudo o me entra el bajón, me acuerdo de los míos y recupero las energías.
—¿Y eso también lo piensas cuando ayudas a las compañeras? "A mí me ayudaba muchísimo cuando estaba un poco de bajón. Con su sonrisa y sus ganas, Salomé te alegraba el día", recuerda Sara Gómez.
Cuando una compañera está más desanimada o pasa por un mal momento, intento que ese entrenamiento, ese viaje, ese café o ese lo que sea, sea divertido. Esa persona también ha sacrificado muchas cosas como pasarlo mal. Si estás jugando, quiero que estés alegre. En ese sentido, Sara ha sido siempre un gran apoyo: "Salo, venga, quiero ver tu alegría".
—Fomentas que las personas sean ellas mismas: haces brillar.
Me encanta que cada persona saque su 100%, que sonría y disfruta de lo que haga. Es vital que brille todo el mundo.
—¿Qué peso tiene el humor en un equipo?
Es tan necesario como en cualquier relación. El baloncesto es un juego en el que te tienes que divertir. Si no lo haces, algo va mal. Te tienes que divertir cuando una compañera mete un triple, cuando roba un balón...
—¿Y asustar a la gente y grabarla también es divertida?
[Risas]. Hombre... Eso hace tanta gracia... Aunque si me lo hicieran a mí... [Risas]. Cristina Loureiro me daba mucho pie. Iba despistada y le pegaba fácilmente un susto.
—Ponme un ejemplo de competitividad extrema. Eres muy competitiva.
¡Me pico! Si en un ejercicio hay que meter un mínimo de canastas, doy mi 100% y me desgañito para coger el rebote... Tengo una motivación infinita y si pierdo... Uy si pierdo...
—¿Tienes muy mal perder?
No. Ahora lo llevo mejor.
—¿Y cómo lo has superado? Yo lo llevo fatal...
Perdiendo. [Se ríe]. Me trago las derrotas en los entrenamientos... No me queda otra.
—¿Has conseguido que la gente te tome menos el pelo con eso?
En el Cortegada creo que sí.
—¿En el Barça CBS ya te han descubierto?
No. Quizás aquí controlo mis caras de enfado cuando pierdo. [Se ríe]. Después de tantos años de convivencia, en Vilagarcía de Arousa Sara y compañía ya me tenían calada. Me veían y decían: "Madre mía... ¡Ésta se ha picado!".
—¿Sigues queriendo ser bombera?
Es una de mis metas. Cuando crea que pueda conseguirlo, daré el paso. O quizás me decante hacia otro sitio. Siempre me ha gustado ayudar y, en ese sentido, es un oficio que encaja totalmente conmigo. Además, los retos me encantan...
—Tu padre, Francisco Javier García, graba con el móvil las entrevistas que te hacen, las retransmisiones en Internet de tus partidos, cuando sales en las noticias...
¡Hasta tiene una página con mi nombre! Yo lo idolatro como corredor de rallies y él a mí como jugadora. Yo soy su fan número uno y él, el mío. Bueno... Compite con la primera posición con mi madre. [Se ríe]. Mi padre es un tío muy serio, muy sereno... Al principio te puede parecer un poquito frío, pero conmigo... Con su niña... Con su niña se emociona... ¡Mi padre es una pasada!
—¿Qué es para ti el baloncesto?
Felicidad. Soy feliz con un balón en las manos y compartiendo esa pasión con mis compañeras, sintiendo cerca a mi gente... El 14 de diciembre jugaré en Murcia y allí estará mi familia... [Sonríe]. El baloncesto es mi sueño diario.
—El baloncesto también es amistad. Acabas de jugar contra María España.
Somos como hermanas. Estuvimos dos años viviendo juntas casi las 24 horas. Hemos pasado malos y buenos momentos, y siempre nos hemos ayudado al máximo. Me alegro un montón cuando le salen bien las cosas, excepto contra nosotras... [Se ríe]. Es una de las amigas que sabes que tendrás siempre. Estamos cerca, aunque estemos lejos. Eso es increíble.
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