Más preparado física y psicológicamente tras seguir durante los últimos días un entrenamiento más completo y específico, Jorge Lorenzo llegó al espléndido circuito de Phillip Island con la ilusión de continuar optando a ganar el Mundial en su segundo año en MotoGP y ante el mejor piloto de todos los tiempos, Valentino Rossi. El anhelo le duró en la clasificación, en la que quedó cuarto, fuera de la primera fila por primera vez durante el curso, y se hizo añicos en la primera curva de la carrera. Cuando el balear quiso abrirse para tomar el viraje pegándose a Nicky Hayden, que “frenó pronto, no me esperaba que lo hiciera tan pronto y literalmente me lo he comido”. Los intentos de Lorenzo por controlar la Yamaha fueron en vano –“el freno delantero ha quedado destrozado”– y acabó rodando en la arena. Quedó malherido, con restos de sangre en el mono, la nariz rota y el meñique de la mano derecha abrasado. Pero la peor herida fue directa a su moral: Rossi finalizaría segundo el GP de Australia por delante de Dani Pedrosa, tercero, y sólo superado por Casey Stoner, que ganó en su casa por tercer año consecutivo. Il Dottore aventaja ya en 38 puntos a Lorenzo a falta de 50 puntos en juego. El balear tiene todavía una mínima opción de ser campeón, un milagro que sólo sería posible (por muy improbable que suene) si consigue gana las dos pruebas que restan y Rossi, por ejemplo, abandonase en Malasia o Valencia y quedase por debajo de la cuarta posición en la otra cita. “Lo que más me preocupa es la salud, lo que me molesta más es que me he hecho daño en el dedo, en la nariz... Tenía bastante asumido que el campeonato no se podía ganar”, analizó Lorenzo.
Resulta decepcionante que el excelente enfrentamiento por el título de la máxima categoría del motociclismo pudiese quedar sentenciado en los primeros metros del circuito más rápido del calendario. Un escenario propicio para otro desenlace genial. El error de Lorenzo –es todo o nada: ha acabado en el podio siempre que completó la prueba, pero ha abandonado en cuatro ocasiones– motivó más si cabe a Rossi, que en vez de conformarse con el tercer puesto en el que rodó tras la salida y partir con la pole no paró hasta que no alcanzó y superó a Pedrosa para colocarse segundo. E incluso arriesgó lo indecible para intentar hacer lo propio con Stoner. La actitud de Il Dottore dejó sin uñas a su grupo de trabajo. Las declaraciones durante la carrera de su jefe de equipo, Davide Brivio, no pudieron ser más explícita: “Estoy muy preocupado. Lo que está haciendo es sumamente peligroso. Estoy muy preocupado”.
“Una gran batalla”
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