Vanendert festeja su primer triunfo como profesional en el Plateau de Beille -EFE. |
Respeto y miedo suelen ser sinónimos, una relación que tienen muy clara los hermanos Schleck, preocupados más por el rival al que más temen, Alberto Contador, que por marcar el ritmo y las distancias. En la quinta parada en la historia en el Plateu de Beille, coronado por campeones finales como Marco Pantani, Lance Armstrong y el propio Contador, los Schelck marearon la perdiz con ataques de terciopelo. Andy lo intentó cuatro veces y Contador replicó con calma tres y con rabia sólo el segundo, como si supiese que el luxemburgués, su gran contrincante los últimos años, fuese de farol. O quizás el español no podía más de sí. Iban Basso fue valiente con un ataque tan feroz como estéril, como el inicial en el que se llegaron a reunir hasta dos docenas de escapados en el descenso del segundo puerto del jornada. Samuel Sánchez y Jelle Vanendert, protagonistas finales ya en Luz Ardiden, volvieron a ser en el Plateau de Beille, pero con los papeles cambiados. Decidido y sin complejos, el belga se fue a por la primera victoria como profesional y superó al último fugado, Casar. Nadie siguió a Vanendert hasta que lo probó Sánchez con más ilusión que piernas y una desventaja superior al minuto y medio. Una broma en la mayoría de etapas, pero no en una ascensión que se sube en unos tres cuartos de hora. Así que Vanendert se tocó el casco, miró hacia atrás y celebró con timidez una victoria sensacional, el premio al más descarado de la jornada. El Tour se despidió de los Pirineos y Thomas Voecker cruzó la línea de meta eufórico, apretando el puño, sabedor que ha superado con nota un tramo importante de la prueba. Andy recortó dos segundos a Contador y al resto de favoritos, y Sánchez, 25 al luxemburgués y dos a los demás.
En los últimos tiempos el Tour se ha acostumbrado a funcionar al ritmo de las decisiones de Contador, un vencedor final con márgenes estrechos, pero muy inteligente para atacar en el momento justo. El español, que ha vencido en sus seis últimas grandes vueltas, no tiene la fuerza que demostró en el Giro con sus ataques en el Etna y el glaciar Grossglöckner ni tampoco la de su primera gran actuación, en la ronda francesa del 2007, cuando atacó en la ascensión del propio Plateau de Beille, y sólo el entonces líder, Michael Rassmussen, apartado después de la prueba por el Rabobank.
Caídas de Voigt
Fatigado por el Giro y cansado mentalmente por todo lo que ha leído sobre él en los últimos meses y días -la prensa francesa insiste en que se retirará antes de llegar a París-, Contador resiste y observa. Defiende que cada día se siente mejor y que el momento de reaccionar será la tercera semana en los Alpes. Sus rivales callan y otorgan, y casi todo el margen que le llevan se debe a la caída del primer día. Señal que el español les infunde respeto y que ellos no son lo suficientemente valientes para arrebañarle más segundos, por mucho que el Leopard torturase el ritmo del pelotón con Stuart O'Grady o con Jens Voigt, que tuvo un día desafortunado y tuvo que cambiar la bici tras el primer de sus dos caídas -se encaró con la televisión francesa por enfocarle, en un acto infantil-. Aunque el accidente más espectacular fuese el de Ten Dam, que se salió de la carrera, tropezó con una piedra en la hierba y se cayó de cara.
Por entonces el vasco Izagirre era cabeza de carrera con casi un minuto de margen sobre sus perseguidores y más de cinco sobre el grupo principal, que fue reduciendo las diferencias a marchas forzadas. Uno de los cometidos de Fabian Cancellara en el Leopard, además de ser el mejor contrarrelojista de la actualidad. El suizo puso el ritmo hasta que,a 15'8 kilómetros del final, empezó la ascensión a Plateau de Beille. Cancellara se apartó: había cumplido. Casar era en ese momento el fugado y Riblon y Zandio, los perseguidores. Una anécdota, como los continuos amagos de ataque de Andy o los gestos de Franck, jugando a despistar a Contador. Faltaba sangre y decisión y, sin nada que perder y con el recuerdo de haber cedido en los metros finales en Luz Ardiden, saltó Vanendert. Un descaro que le valió para festejar el primer triunfo de su carrera. Samuel Sánchez fue el segundo en el día del adiós de los Pirineos. El Tour conserva todas las dudas que tenía hasta ahora. Contador sigue entero y los Schleck funcionan como una pareja de observadores sociales: miran más que hacen. Y no es una prueba para estudios. Así que Cadel Evans, el ciclista-mosquito, el especialista en chupar ruedas del resto, se relame. Todo está siguiendo su guión.
En los últimos tiempos el Tour se ha acostumbrado a funcionar al ritmo de las decisiones de Contador, un vencedor final con márgenes estrechos, pero muy inteligente para atacar en el momento justo. El español, que ha vencido en sus seis últimas grandes vueltas, no tiene la fuerza que demostró en el Giro con sus ataques en el Etna y el glaciar Grossglöckner ni tampoco la de su primera gran actuación, en la ronda francesa del 2007, cuando atacó en la ascensión del propio Plateau de Beille, y sólo el entonces líder, Michael Rassmussen, apartado después de la prueba por el Rabobank.
Caídas de Voigt
Fatigado por el Giro y cansado mentalmente por todo lo que ha leído sobre él en los últimos meses y días -la prensa francesa insiste en que se retirará antes de llegar a París-, Contador resiste y observa. Defiende que cada día se siente mejor y que el momento de reaccionar será la tercera semana en los Alpes. Sus rivales callan y otorgan, y casi todo el margen que le llevan se debe a la caída del primer día. Señal que el español les infunde respeto y que ellos no son lo suficientemente valientes para arrebañarle más segundos, por mucho que el Leopard torturase el ritmo del pelotón con Stuart O'Grady o con Jens Voigt, que tuvo un día desafortunado y tuvo que cambiar la bici tras el primer de sus dos caídas -se encaró con la televisión francesa por enfocarle, en un acto infantil-. Aunque el accidente más espectacular fuese el de Ten Dam, que se salió de la carrera, tropezó con una piedra en la hierba y se cayó de cara.
Por entonces el vasco Izagirre era cabeza de carrera con casi un minuto de margen sobre sus perseguidores y más de cinco sobre el grupo principal, que fue reduciendo las diferencias a marchas forzadas. Uno de los cometidos de Fabian Cancellara en el Leopard, además de ser el mejor contrarrelojista de la actualidad. El suizo puso el ritmo hasta que,a 15'8 kilómetros del final, empezó la ascensión a Plateau de Beille. Cancellara se apartó: había cumplido. Casar era en ese momento el fugado y Riblon y Zandio, los perseguidores. Una anécdota, como los continuos amagos de ataque de Andy o los gestos de Franck, jugando a despistar a Contador. Faltaba sangre y decisión y, sin nada que perder y con el recuerdo de haber cedido en los metros finales en Luz Ardiden, saltó Vanendert. Un descaro que le valió para festejar el primer triunfo de su carrera. Samuel Sánchez fue el segundo en el día del adiós de los Pirineos. El Tour conserva todas las dudas que tenía hasta ahora. Contador sigue entero y los Schleck funcionan como una pareja de observadores sociales: miran más que hacen. Y no es una prueba para estudios. Así que Cadel Evans, el ciclista-mosquito, el especialista en chupar ruedas del resto, se relame. Todo está siguiendo su guión.
2 comentarios :
yo estuve en ese puerto y la verdad es que me pareció muy, muy, muy duro. pero fue divertido!
saludos desde www.fulltimedeportes.com
Muy buenas Javier. Pues ya tiene mérito subirlo. Supongo que te entrenaste muy bien para conseguirlo. El récord lo tiene Marco Pantani con 43 minutos largos. Un saludo ;)
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