Mario Gómez, en la acción del gol de la victoria local - Reuters. |
Instalada en su mejor momento de la historia, la selección española ve muy cerca sus éxitos, la Eurocopa y el Mundial, y muy lejos su última gran decepción, la eliminación en octavos ante Francia en el campeonato del mundo de Alemania. A finales de junio se cumplirán seis años de aquella noche de destellos de Frank Ribéry, que abrió la lata para su selección controlando en carrera un pase de Vieria, esprintando ante Casillas y batiéndole con sangre fría y sin mirar. Un año después Ribéry dejaría el Olympique de Marsella para irse al Bayern de Múnich, del que no se ha movido ni ante un ofertón del Madrid en verano de 2009, que según L'Equipe fue de 80 millones de euros. Apodado Scarface (cara cortada) por su cicatriz en la cara –tuvo un accidente con el coche cuando tenía dos años y salió disparado hacia el parabrisas–, Ribéry era blanco habitual de sus compañeros de pupitre. Una situación incómoda que reforzó su carácter y su amor propio, como ha demostrado en Múnich, donde ha vivido altos y bajos y fue uno de los despreciados por Van Gaal. Ahora, con Heynckes en el banquillo, vive un momento muy dulce y en una cita de postín, en la ida de las semifinales de la Champions y ante el Madrid fue el mejor con diferencia. Ribéry, además, dejó su sello abriendo el marcador tras un córner en el que Mourinho pidió fuera juego de Luiz Gustavo. El centrocampista brasileño tapó la visión a Casillas, al que también estorbaron Pepe y Ramos. El portero ni se movió. Los visitantes empatarían tras un gol regalado por Cristiano a Özil, que sólo tuvo que empujarla, y en el minuto 89 recibirían el gol de Mario Gómez, que remató tirándose al suelo un buen centro de Lahm después de dejar sentado a Coentrao (2-1). El Allianz Arena de Múnich explotó: tiene motivos para ver a su equipo en su final.
Perdió el Madrid un partido en el que recibió el primer gol cuando más dominaba. Le costó reaccionar y recuperar el ánimo en un encuentro gris de Cristiano Ronaldo, fundamental para convertir un tiro de Benzema en una asistencia perfecta para Özil, que no falló solo ante Neuer. El empate, curiosamente, hizo recular al Madrid -Mourinho incluso cambió a Özil por Marcelo- y animó al Bayern, que acumuló algunas ocasiones y que encontró su premio con el gol de Mario Gómez, que se hizo camino entre Arbeloa y Ramos. Otro gol en los últimos minutos para el grupo de Mourinho, que no había perdido todavía en esta edición de la Champions y que acumulaba 21 partidos consecutivos fuera de casa sin caer derrotado, desde que lo hiciese en septiembre en Levante. “El resultado no es pésimo. No nos obliga a una remontada histórica ni a lograr números locos. Sólo debemos ganar con un marcador normal”, concedió Mourinho. Se olvidó decir que deberán controlar más las bandas de su rival. El Bayern tiene en nómina al propio Ribéry y al ex madridista Robben, que retrataron a Arbeloa y Coentrao, respectivamente, en una noche que empezó mal, pues al Madrid le robaron seis pares de botas -tres de Crsitiano- y tres camisetas en el vestuario.
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