El alero de Rock Island y
Huertas lideran en el epílogo a un Barça que alcanza su 16ª Lliga
Catalana
Mickeal entra a canasta ante Savané - M.A. Chazo / Ricard Rovira (FCBQ). |
No es nada protocolario que un jugador esté subido al podio de campeón del torneo y reciba su medalla con una toalla colgada en el cuelo. Ni que no se separe de ella ni en la sesión de fotos con el trofeo. Pero es que Pete Mickeal es un mundo aparte, un tipo fuerte por superviviencia, por haber superado un tromboembolismo pulmonar o haber visto el buen camino tras pasar un tiempo oscuro tras el suicidio de su primo, destrozado por la muerte de su madre de cáncer. Los golpes han convertido a Mickeal en un tipo optimista y ganador al que le gusta asumir responsabilidades en una pista de baloncesto, como volvió a hacer en la final de la Lliga Catalana ante una Penya fresca, pero tierna, por su joventud (69-76). Con su destreza y liderazgo Mickeal, ayudado por Marcelinho Huertas y por Lorbek, condujo al Barça hacia su 16ª Lliga Catalana, cuarta consecutiva en el Olímpic de Badalona.
A 6m 24s anotó Mickeal su único triple y el primero del Barça en siete tentativas. Los azulgrana buscaban más las jugadas interiores para sus pívots y se habían cansado de sumar acciones de canastas más tiro adicional, hasta tres sumó en el segundo cuarto. Fue el que mejor jugó el conjunto de Xavi Pascual, que aparcó su titubeo inicial y sacó a reluciar su podía interior, sonrojado antes por un imparable Gaffney, llamado a ser uno de los referentes de una Penya casi irreconocible por sus caras nuevas y que no pudo contar por lesión con Fisher. Sí que lo hizo con el eléctrico Quezada, perdido al principio y desatado al final, hasta convertirse en el máximo anotador con 19 puntos y poner el 64-68 a 4m 20s. Fue entonces cuando Mickeal se hizo con un rebote ofensivo tras un palmeo de Jawai y Kuzmic fue eliminado. El alero de Rock Island no falló los tiros libres, la primera piedra de un parcial de 0-7 con Huertas, un bailarín de cuidado como centro de atención. Bastante antes el público había recibido con pitos a Todorovic, otro jugador de la cantera que había brillado en el filial oficioso, el CB Prat, y que volvió vestido de azulgrana. Su puesta en escena resultó humana: tres pérdidas consecutivas.
Antes de recibir la medalla Mickeal hablaba con Abrines, recién llegado y diamante en bruto. Se añadía a la conversación Rabaseda, menos tierno, pero falto de minutos con su equipo. Jasikevicius se entretenía leyendo la inscripción del metal y había dejado su huellla y carácter en la final, ganándose una técnica de Xavi Amorós, que en su despedida como árbitro, le dijo que tenía que aprender a saber cuándo tenía que callar. Quezada continuó con su carrusel de tiros libres (10/11) y se marcó un triple (57-59), replicado por Saras. Como le sucedió ante el Valencia Basket en las semifinales de la Supercopa ACB, el Barça estuvo infalible cuando peor le iban las cosas y pudo celebrar su primer título del curso, la Lliga Catalana, pocas horas después de que fuese presentada la Liga ACB, en la que también defiende corona.
PENYA 69 (17+12+20+20): Oliver (8), Quezada (19), Barrera (9), Gaffney (14), Savane (6) -quinteto inicial-, Kuzmic (3), Ventura (-), Vives (5), Ehambe (5) y Trias (-). BARÇA 76 (18+21+16+21): Sada (4), Jasikevicius (4), Mickeal (13), Wallace (-), Tomic (9) -equipo inicial-, Huertas (12), Jawai (4), Lorbek (15), Ingles (9), Abrines (-), Todorovic (2) y Rabaseda (4). Árbitros: Amorós, Guirao y Cardús.
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