La aragonesa, estudiante de periodismo, se cuelga
la plata remontando en los últimos metros en una final que gana con sufiencia Aregawi y a la que Natalia Rodríguez renuncia por lesión
Isabel Macías tras lograr la plata en Gotemburgo - AFP. |
Los focos apuntaban hacia
Natalia Rodríguez, que se hizo una microrotura
en el soleo de
la pierna derecha
en la serie y en el calentamiento en la final vio que no podía
correr –“imposible.
Me duele muchísimo y voy coja. Se acabó mi campeonato”–;
o a Soboleva, plusmarquista europea castigada en el pasado con casi
tres años como otros seis compañeras suyas por falsificar su ADN en
unas pruebas de dopaje; y se daba por entregado el oro Aregawi,
nacida en Etiopía y sueca de pasaporte desde hace nada. Pero hay
otras que también tenían mucha hambre, como Isabel Macías (Zaragoza, 1984),
estudiante de Grado de Periodismo la Universidad Complutense de
Zaragoza y dispuesta a narrar su mejor crónica en Gotemburgo, donde
había sido 15º en 2006 en los Europeos al aire libre. Casi siete
años después, ya profesora de educación física e infantil, tras
sus primeros Juegos Olímpicos en Pekín, Macías corrió de maravilla
en la capital sueca. Como el resto no puso impedimentos para que
Aregawi compitiese contra sí misma (4:04.47, un relámpago) y se
marchase en solitario desde los primeros metros. Quedaban dos
medallas por repartirse la plata y el bronce. La atleta del València
Terra i Mar se llevó un par de sustos en la vuelta inicial e iba
sexta, como en la penúltima. Dejó lo mejor de sí y después de ir
superando rivales le arrebató la plata (4:14.19) a la polaca
Broniatowska (4:14.30) a falta de unos 40 metros. Ya tenía una
medalla –la primera de la delegación española– y la cosa
todavía fue mejor.
Camino
de los 29 años y destacada júnior, Macías sabe leer bien las
carreras y se define como una persona metódica y constante. Le ha
faltado suerte, como cuando en 2007 se lesionó bajando el AVE y se
hizo un esguince de rodilla. Un contratiempo menor –teniendo en
cuenta las lesiones que puede tener un deportista– que le hizo
perder la confianza en sí misma. Uno de los grandes responsables de
recuperarla para la causa es Jesús Romero, su entrenador desde que
se fue al instituto. En su web explica que el oro de Fermín Cacho en
Barcelona le cambió la vida, que al volver a ver aquella carrera
sentía algo que no podía definir. Era la época en que su profesor
de gimnasia, José Luis Morte, “vio algo en mí... Todavía me preguntó
qué... Y hace poco me respondió que era tremendamente madura para
mi edad y vio aptitudes en mí”.
Macías
le contaba a Amaya Iríbar en El País días antes de los últimos
Europeos de pista cubierta –París 2011, fue quinta–
que en su primera carrera había corrido con zapatillas de fútbol
sala su primera carrera y que después probó en saltos, en lanzamientos... Hasta que escogió
el mediofondo. Un mundo que le ha dado grandes decepciones, como la
de perderse los Europeos de Barcelona de 2010 por seis centésimas, y
grandes momentos, como su plata de Gotemburgo con un sprint final
lleno de coraje y de rabia. Una plata que logró por 11 centésimas.
Esta vez el crono estaba de su parte. Bien se lo ha ganado la
aragonesa, a la que no que se mordía los labios antes de que dijesen
su nombre para subir al podio. Cuando el speaker la nombre subió al
cajón, dio unos saltitos, levantó los brazos y sacó la lengua,
mientras decía que no con la cabeza. Gestos tan frescos como su
carrera. Su mejor crónica.
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