sábado, 2 de marzo de 2013

Isabel Macías protagoniza su mejor crónica

La aragonesa, estudiante de periodismo, se cuelga la plata remontando en los últimos metros en una final que gana con sufiencia Aregawi y a la que Natalia Rodríguez renuncia  por lesión


Isabel Macías tras lograr la plata en Gotemburgo - AFP. 

Los focos apuntaban hacia Natalia Rodríguez, que se hizo una microrotura en el soleo de la pierna derecha en la serie y en el calentamiento en la final vio que no podía correr –“imposible. Me duele muchísimo y voy coja. Se acabó mi campeonato”–; o a Soboleva, plusmarquista europea castigada en el pasado con casi tres años como otros seis compañeras suyas por falsificar su ADN en unas pruebas de dopaje; y se daba por entregado el oro Aregawi, nacida en Etiopía y sueca de pasaporte desde hace nada. Pero hay otras que también tenían mucha hambre, como Isabel Macías (Zaragoza, 1984), estudiante de Grado de Periodismo la Universidad Complutense de Zaragoza y dispuesta a narrar su mejor crónica en Gotemburgo, donde había sido 15º en 2006 en los Europeos al aire libre. Casi siete años después, ya profesora de educación física e infantil, tras sus primeros Juegos Olímpicos en Pekín, Macías corrió de maravilla en la capital sueca. Como el resto no puso impedimentos para que Aregawi compitiese contra sí misma (4:04.47, un relámpago) y se marchase en solitario desde los primeros metros. Quedaban dos medallas por repartirse la plata y el bronce. La atleta del València Terra i Mar se llevó un par de sustos en la vuelta inicial e iba sexta, como en la penúltima. Dejó lo mejor de sí y después de ir superando rivales le arrebató la plata (4:14.19) a la polaca Broniatowska (4:14.30) a falta de unos 40 metros. Ya tenía una medalla –la primera de la delegación española– y la cosa todavía fue mejor.

Camino de los 29 años y destacada júnior, Macías sabe leer bien las carreras y se define como una persona metódica y constante. Le ha faltado suerte, como cuando en 2007 se lesionó bajando el AVE y se hizo un esguince de rodilla. Un contratiempo menor –teniendo en cuenta las lesiones que puede tener un deportista– que le hizo perder la confianza en sí misma. Uno de los grandes responsables de recuperarla para la causa es Jesús Romero, su entrenador desde que se fue al instituto. En su web explica que el oro de Fermín Cacho en Barcelona le cambió la vida, que al volver a ver aquella carrera sentía algo que no podía definir. Era la época en que su profesor de gimnasia, José Luis Morte, “vio algo en mí... Todavía me preguntó qué... Y hace poco me respondió que era tremendamente madura para mi edad y vio aptitudes en mí”.

Macías le contaba a Amaya Iríbar en El País días antes de los últimos Europeos de pista cubierta –París 2011, fue quinta– que en su primera carrera había corrido con zapatillas de fútbol sala su primera carrera y que después probó en saltos, en lanzamientos... Hasta que escogió el mediofondo. Un mundo que le ha dado grandes decepciones, como la de perderse los Europeos de Barcelona de 2010 por seis centésimas, y grandes momentos, como su plata de Gotemburgo con un sprint final lleno de coraje y de rabia. Una plata que logró por 11 centésimas. Esta vez el crono estaba de su parte. Bien se lo ha ganado la aragonesa, a la que no que se mordía los labios antes de que dijesen su nombre para subir al podio. Cuando el speaker la nombre subió al cajón, dio unos saltitos, levantó los brazos y sacó la lengua, mientras decía que no con la cabeza. Gestos tan frescos como su carrera. Su mejor crónica.

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