El mallorquín levanta su noveno Roland Garros ante Djokovic e iguala los 14 Grand Slam de Sampras
Nadal, emocionado, con la copa de campeón en París. |
Un modesto entrenador de un equipo más modesto todavía, el Olímpic de Manacor, es uno de los responsables de que Rafa Nadal se arrodille en la arena de la Philippe Chatrier para festejar su noveno Roland Garros tras tres horas y 31 minutos (3-6, 7-5, 6-2 y 6-4) y la enésima batalla feroz ante Novak Djokovic, con el que ha compartido, según datos de Mister Chip, 6.138 minutos con 3.482 puntos a su favor y 3.479 en contra, 23 victorias y 19 derrotas. Que Nadal iguale a Pete Sampras con 14 Grand Slam y se quede a tres de empatar
con Roger Federer, se convierta en el único tenis en la Era Open en ganar al menos un grande durante 10 años consecutivos y en el primero en batir a Djokovic en una final después de éste ganase el primer set (35-0 hasta ahora) o que Björn Borg le entregue el trofeo después de batir el récord que compartían de cuatro títulos seguidos en París. Más récords y más imágenes para un Nadal que se seca las lágrimas con la copa en la mano y al que aquel técnico le cambió la vida por su tozudez. Porque el entrenador era muy estricto. No quería que sus jugadores practicasen otros deportes y cuando Nadal venía de jugar un partido de tenis siempre era suplente. Poco importaban sus méritos.
Rafa también se decidió por el tenis porque Sebastià, su padre, le instó a escoger. Le vino a decir que no podía concentrarse en los dos deportes, y escogió el que mejor le iba, el tenis. Entonces, con 12 años, ya era campeón de España y también de Europa. Sebastià tuvo claro que el entrenador del pequeño Rafa sería Toni, que fue muy directo con él desde el principio: "Jugadores con tus condiciones quizá no haya muchos en Baleares, pero sí en España, en Europa y en el resto del mundo; y para ser mejores que ellos lo que hay que hacer es trabajar más que los otros o hacerlo con más atención". Lo cuentan Jaume Pujol-Galceran y Manel Serras en Rafael Nadal. Crónica de un fenómeno.
Las quejas de Nole
Nadal es puro corazón en cualquier superficie y ha sido capaz de retener el número 1 y sumar su noveno Roland Garros el año de su peor recorrido en arcilla, con dos tropiezos en cuartos en Barcelona y Montecarlo, una final en Roma y el título de Madrid, donde se vio beneficiado por la lesión y posterior retirada de Nishikori. Nunca había tenido tantas dudas en tierra batida y, sin embargo, en París completa su torneo más rápido. Y solo descuenta un set, el primero, contra un Djokovic que le desquicia. A partir de entonces es Nole quien se queja, quien da con la raqueta en la cabeza o la lanza con tanta potencia que rebota a la altura de su cabeza. El público le recrimina su acción y el serbio cede el séptimo juego de la tercera manga y, pese a dejarle el alma, también el octavo y el tercer set, en el que no puede competir como el segundo.
En el cuatro Djokovic no puede con los derechazos de Nadal, que le hace correr de un lado a otro. Sostenido por su pierna derecha, el balear coge la raqueta a dos manos y la cruza ante un Nole que se muerde los labios y al que se le va la derecha en el siguiente punto. Nadal tiene pelota de partido y el serbio falla con el primer servicio y deja botar la pelota y gana tiempo para hacer el segundo. Doble falta y título y lágrimas para Nadal, que entiende el deporte como un reto y como un acto de generosidad: "Cada momento es clave y ha sido decisivo. Nole es un grandísimo reto para mí. Había perdido los últimos cuatro partidos contra él. Le deseo que gane algún día este torneo porque se lo merece", concedió, emocionado.
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