Santy
Menor reivindica el oficio de guardameta en ‘La soledad del portero’
—¡El último que toque el palo se mete! —solía gritar
alguien que ya estaba corriendo hacia la portería. Empezaba una carrera de
escasos metros para no ser el portero del equipo o de la limi.
Para la gran mayoría, colocarse entre los tres palos
(persianas, dos chaquetas o piedras…) era como quedarse sin postre: no podías
marcar goles; te comías algún balonazo; y tenías todos los números para quedar
rebozado de porquería y hacerte alguna herida, preferentemente en las rodillas.
“Ya me meto yo”, decía casi siempre Manolo. Tenía el don de la
colocación, sabía anticiparse a tus movimientos y era más efectivo que
espectacular. Sin duda, era el mejor portero del patio y no le iba nada mal en
el equipo del colegio. “¡Molina!”, le gritaban algunos tras sus paradas.
Antes había sido “¡Buyo!”,
“¡Zubizarreta!” y “¡Cañizares!”. No recuerdo ningún “¡Ablanedo!” ni “¡Lopetegui!”.
La próxima vez que vea a Manolo le recomendaré La
soledad del portero, del periodista deportivo Santy Menor. Es un homenaje a
tantos Manolos, famosos o no, que han tenido y tienen la valentía de estar siempre
expuestos a la pifia y a las mofas, y la entereza de ser poco reconocidos.
Pocas veces ilustra una crónica la parada de un portero,
por más decisiva que haya sido su intervención. Hace años que se ha puesto de
moda retratarlo detrás de la portería, tanto cuando encaja el gol como cuando
le están disparando. También hay quien apuesta por la imagen en la que se ve
cómo le regatean antes del gol.
El portero es el jugador del equipo más desprotegido
ante la grada. Mi amigo Jordi representa bien ese espíritu escéptico: “¿Que Bravo lo está haciendo bien?
A mí no me gusta. En la Real fallaba mucho. Prefiero a Ter Stegen. “Además, ¿no
te acuerdas de su fallo ante el Nápoles?”. Jordi
me lo decía en marzo y el error de Bravo —muy cómico, eso sí— era de principios
de agosto del año pasado. Tampoco cedía otro día: “¿Ha parado un penalti? ¡Es su
trabajo! ¡Es su obligación!”.
La soledad del portero puede servir para aficionados como Jordi sean más
benévolos con los guardametas. El autor reparte diferentes historias de
porteros contadas por sus protagonistas (César Láinez, César Sánchez, Santi
Cañizares, Iván Cuéllar…) en función de sus virtudes (confianza, perseverancia, instinto...)
Pocos hay tan fieles como Sergio Aragoneses, capaz
de acompañar de Primera a Segunda B al Tenerife, ni tan generosos como El Mono
Burgos, que jugó lesionado un partido para proteger a un compañero al que no
veía preparado. Pocas reacciones son tan opuestas como la alegría de Armando por
debutar con el Athletic tres días después de irse de un Cádiz en Segunda y del que
era tercer portero, y el desconsuelo del damnificado, Dani Aranzubía.
Algunos porteros también explican qué hicieron
después de colgar los guantes y hay mucha letra pequeña de la profesión —de la
de futbolista y tantas otras—: los impagos, el rechazo de clubs y entrenadores,
cómo pueden afectar al jugador los problemas personales… También tienen su espacio
porteros de fútbol sala y de balonmano, entrenadores de porteros y psicólogos,
como Patricia Ramírez, que trabajó en el Betis.
Santy Menor tiene la habilidad de enlazar casi
siempre con gracia unas historias con otras, aunque no consigue justificar el
capítulo dedicado al periodista deportivo Àxel Torres. Que éste fuese guardameta
de pequeño es un argumento mínimo para incluirlo en el libro. El homenaje,
interesante y completo, parece más una cuestión personal, pues Torres fue una
figura clave para que Santy Menor decidiese dedicarse a la información deportiva.
El autor también tiene la valentía de explicar su
experiencia. Al relato le sobran algunos pequeños o minúsculos detalles. La historia, muy autocrítica —“una
mala noche, la climatología, si había algún espectador especial en la grada,
fallar en la primera acción... Me iba de los encuentros fácilmente”—,
refuerza los testimonios de los porteros que han ido saliendo anteriormente. Es
la parada final de un proyecto ambicioso y multidisciplinar. Parece mentira que
hasta no hace tanto el portero hiciesen los mismos ejercicios que el resto del
equipo.
Título: La
soledad del portero. Autor: Santy Menor. Editorial: Éride Ediciones.
Páginas: 264. Valoración: 3.9 sobre 5.
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