Cronómetro de Récords entrevista a la pívot del CD Ibaeta
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Toni Delgado (@ToniDelgadoG) / San Sebastián
Mientras habla, Cristina Soriano (Valladolid, 1998), pívot del CD Ibaeta, suele juguetear con la cinta del pelo y tocarse la cara. Está tan concentrada que sus ojos se percatan del más mínimo movimiento y detalle. Siempre fue así. "Hace pocos días mi madre, Milagros Cuesta, me dijo que yo de pequeña ya era muy observadora y continúo siendo muy preguntona", reflexiona, divertida, para Cronómetro de Récords en la grada del José Antonio Gasca tras la dura derrota de su equipo contra el Basket Zaragoza (48-90).
"Me intereso por las personas y tengo en cuenta si en ese momento necesitan su espacio o si, en general, les cuesta comunicar lo que sienten", amplía Cristina Soriano, que no ha saltado a la pista porque horas antes se hizo un esguince de tobillo. "Ahora, con el parón de selecciones, tendré tiempo de recuperarme bien", celebra la entrevistada, que no ha parado de sumar y animar desde el banquillo.
—"A mí me gusta ser de esas personas que ayudan, que no se llevan el reconocimiento", reflexionaba Alberto Díaz, base del Unicaja y la selección española, en una conversación con Juan Morenilla para El País. ¿Te sientes identificada?
Sí, un poco. Siempre intento ayudar al equipo y quizás muchas veces mi contribución no llame tanto la atención como la de otras compañeras, pero todo suma al grupo.
—¿Qué es para ti ayudar?
Intentar darle al equipo lo que necesite dentro y fuera de la pista, comunicar y animar siempre... Aunque no estés bien física o mentalmente, siempre habrá alguna manera de que ayudes al grupo. Creo que las personas damos o quitamos energía.
—La clave es que no te afecte la energía negativa de alguien.
Es muy difícil llegar a ese punto, que requiere de mucho trabajo mental. Aunque, tarde o temprano, te contagiarás de ese pesimismo porque somos seres humanos.
—¿Hoy [por el pasado sábado 19 de noviembre] os habéis contagiado esa energía negativa?
Tal cual. Si una bajaba un poco la cabeza, el resto también lo hacía, y nos ha faltado darnos más fuerzas las unas a las otras.
—Quizás Joy Adams haya sido la única regular: tiene una capacidad de concentración increíble.
Es cierto. Joy Adams siempre está muy metida en los entrenamientos y partidos, y eso se refleja en la cancha. A pesar de cómo ha ido el encuentro, ha estado muy concentrada en defensa y en ataque, y ha dado cuanto ha podido.
—"Siempre suma dentro y fuera de la cancha" fue una de las frases del anuncio del CD Ibaeta de tu renovación. No es habitual que en un comunicado oficial se destaque eso de una jugadora.
A mí también me llamó la atención y me enorgullece mucho que piensen eso de mí.
La entrevistada anima a sus compañeras durante el partido contra el Basket Zaragoza. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords. |
—¿Qué es para ti ser buena compañera?
Es un proceso que parte de la voluntad de querer serlo: necesitas esforzarte para conocer a tus compañeras, tenerlas siempre en mente y fijarte en qué necesita cada una para poder ayudarlas... Para ser buena compañera debes saber cómo y qué decirle a cada una, ya que cada persona recibe los mensajes de una manera distinta.
—¿Eres psicóloga y estudias ahora Educación Infantil sobre todo para ayudar?
Siempre me ha encantado echarle una mano a los demás y eso me llevó a querer formarme en estos dos caminos que se centran en el crecimiento de las personas.
—¿Eres muy emocional?
No expreso demasiado las emociones, pero sí que siento mucho las cosas por dentro.
—¿Cómo trabajas y cuidas la mente?
Conjugar bien esos dos verbos exige un aprendizaje constante, y en Estados Unidos me ayudaron un montón a identificar qué estoy sintiendo y por qué, y a saber cómo reaccionar. Diría que una parte de identificar tus emociones es aprender que tienen que salir y vivirlas. No pueden quedar encerradas. Si sentimos tristeza, es importante vivirla y permitirte estar unos días triste, controlando no entrar en ese bucle.
—La mayoría de autocastigos parecen absurdos. ¿Crees que tienen un punto adictivo o rutinario?
Sí. El autocastigo es como un hábito que te creas porque crees que te lo mereces. Normalmente sales del túnel con ayuda de otra persona y compruebas que hay otras maneras de lidiar con los problemas.
—El estilo de juego en Estados Unidos es muy diferente al europeo. ¿Competir allí te cambió mucho la visión del baloncesto?
En mis cuatro años allí pasé por épocas muy distintas. No pienso que el estilo de juego cambiase mis sentimientos hacia el baloncesto, pero según qué situaciones me hicieron desenamorarme de este deporte por un tiempo. Llegué a pensar que igual no estaba hecha para esto.
—¿Y cómo te ayudaron allí para que entendieses mejor tus emociones?
A veces me gusta y necesito pasar tiempo sola escuchando música o, simplemente, pensando. Me va bien escribir lo que siento. En Estados Unidos me enseñaron a intentar exteriorizar lo que llevo dentro y razonar por qué tengo esas emociones.
—En 2016 jugaste en San Sebastián el Campeonato de España júnior con el CD San Isidro. ¿Ya te enamoró la ciudad?
¡Me encantó! Tuvimos tiempo de visitar varios de sus rincones, como la playa de la Concha, los puentes de María Cristina, de Santa Catalina o de la Zurriola... Además, fuimos a Illumbe [Donostia Arena] a un partido del San Sebastián Gipuzkoa Basket Club, que entonces estaba en la Liga ACB.
—¿Qué crees que tienes ya de San Sebastián?
He crecido en Valladolid, donde no hay mar, y meterme en el agua y en la arena no me hacía gracia... Poco a poco, estoy más conectada con la playa y sé que escuchar las olas transmite mucha paz, aunque no lo hago demasiado. La mayoría de las personas que he conocido en San Sebastián son encantadoras, cercanas y se preocupan mucho por ti.
—¿Por qué crees que le encajas a Azu Muguruza y por qué ella te encaja como entrenadora?
Azu ya me había visto en campeonatos de categorías interiores y supongo que quiso ficharme por mi carácter: lo doy todo, siempre estoy dispuesta a sumar y comunicarme lo mejor posible. Ella te transmite mucha confianza para que hagas tus tiros y te sientas cómoda en el equipo.
—¿Dónde empezó tu historia con la canasta?
En mi cole, el Narciso Alonso Cortés, en el que sólo había baloncesto. Mi madre me quiso apuntar a un deporte de equipo.
—¿Te gustó desde el principio o fue un proceso?
Si te soy sincera, de pequeña no me gustaba nada y hasta lloraba cuando tenía que ir a los entrenamientos. Normalmente no había equipos de mi edad y tenía que competir con gente mayor. No jugaba mucho y ni sabía botar. Como ya era muy alta [ahora mide 1,96 m], me era difícil coordinar mis movimientos. Mis padres siempre me fueron insistiendo que le diera tiempo y me esforzara y, al final, me acabó encantando.
—¿Cuándo empezaste a disfrutar con el baloncesto?
En preinfantil o infantil, con unos 14 años, ya en el CD San Isidro. Manu Izquierdo, mi entrenador, sabía mi potencial y yo intentaba ser una esponja y entrenarme muy duro. Él me exigía mucho porque creía en mí y yo veía también que iba progresando, y eso también me motivaba mucho. El último año Andrés Calvo también me ayudó a crecer.
Cristina Soriano en su etapa en el CD San Isidro. Foto: CD San Isidro. |
—¿Cómo es tu relación con el baloncesto ahora?
Bastante buena y sana, una de las mejores en los últimos años. Con el tiempo, he aprendido que cuando no tienes momentos tan buenos, tienes que concentrarte en ti misma, tu juego y lo que necesitas hacer para crecer y mejorar.
—¿Siempre le has dado mucha importancia a conservar los vínculos con las personas?
Forma parte de mis valores. Por ejemplo, del CD San Isidro tengo relación con entrenadores y jugadoras, incluso con niñas con las que no he jugado. Al final, lo que te queda del baloncesto son las amistades y las experiencias, ya que llegará el día en el que tengamos que retirarnos...
—Irene Pérez y tú formáis el Dúo Dinámico.
¡Sí! [Se ríe]. Irene es mi mejor amiga. Nos conocimos en el CP Pablo Picasso, en 5º de Primaria y siendo minis. Somos mejores amigas desde entonces. Es mi fan número uno y yo la suya. Nos queremos y nos apoyamos al máximo. Irene juega en el Wetterbydgden Sparks sueco.
—Gran parte de las publicaciones de tu Instagram comparten una idea: la valentía. ¿Qué es para ti ser valiente?
Nunca he sido valiente y trabajo mucho para acabar siéndolo. Me repito que tengo que ser valiente. Para mí es salir de tu zona de confort, hacer cosas que te dan miedo, te incomodan y piensas que no eres capaz de llevarlas a cabo o que no se te dan bien.
—¿Cómo estás trabajando tu valentía?
Cuando conozco a alguien, al principio soy un poco tímida. Mis compañeras me está ayudando mucho a mejorar ese aspecto. En Estados Unidos es mucho más habitual que aquí entablar conversaciones en la calle. La gente es muy abierta y me ayudó a serlo más yo.
La pívot vallisoletana en un partido con Kansas City, de la NCAA. Foto: Kansas City. |
—Me extraña que teniendo un 33% de efectividad no tires triples.
Pues no sé de dónde ha salido ese porcentaje...
—Desde que te fuiste a Estados Unidos tienes un 1/3 en triples. Desde entonces sólo has lanzado triples allí.
Quizás fueron lanzamientos al límite de la posesión, situaciones en las que tienes que tirar sí o sí. De momento, no estoy cómoda con ese lanzamiento. Azu [Muguzura] me insiste que, aunque no lance triples, necesito trabajar ese tiro para disponer de una amenaza más, y es lo que estoy haciendo.
—¿Cómo os afectó la marcha de Ivana Raca? Sólo estuvo una semana con el grupo...
Nos sorprendió, aunque creo que no nos afectó demasiado como equipo porque Raca convivió poquito tiempo con nosotras y no cambiamos nuestra manera de jugar. Llevábamos más de un mes de trabajo.
—¿Has amadrinado un poco a Alima Dembele o ya lo harás cuando la conozcas mejor?
De momento, su madrina es Mariam [Coulibaly]. Se conocen y se entienden porque han jugado juntas en la selección. Veo que Alima es un poco tímida y tampoco la quiero agobiar. La ayudaré en lo que necesite.
—Aunque contra el Basket Zaragoza no se haya visto, sois un equipo con muchas agallas, muy buena química y unión.
Convivimos mucho fuera de la cancha y eso también se nota en nuestro juego.
—¿Con qué miedos aterrizaste en Estados Unidos cuando llegaste a Monroe College Mustangs, de Junior College?
El primero era a vivir sola, por más que lo hiciese con una compañera de equipo. Al final, me alejaba de Valladolid, donde había pasado mis primeros 18 años de vida. Aunque tengas una infraestructura detrás, tienes que preocuparte y hacer tus cosas. Ya eres mayor y no tienes a tus padres cerca. Además, en Estados Unidos el juego es muy físico y no sabía si me adaptaría a hacer tantas horas de gimnasio ni si podría competir contra mis compañeras.
Cristina Soriano entra a canasta en su época en Monroe College Mustangs. Foto: Monroe College Mustangs. |
—¿Qué aprendiste en tus dos años en Monroe?
A asumir más responsabilidad dentro y fuera de la pista, y a saber mejor cuándo me necesita el equipo y para qué. En mi primer año la base Shania Johnson era la mejor del equipo y cuando ella tenía un mal día yo tenía que hacer según qué tiros o cosas. Fuera de la cancha necesitaba organizarme para distribuirme bien las horas. Descubrí que hay tiempo para todo. Además, mi entrenador, Ricky Johns, se preocupaba mucho por mí y me ayudaba mucho, e hice muy buenas migas con la sueca Camilla Kilinc y la española Rocío Sabio. Éramos una piña y nos apoyábamos un montón.
—"Uno de mis objetivos [para ir a la NCAA y a Kansas City] es hacerme más dura", le contestaste a Jesús Fernández en el Diario de Valladolid. Entiendo que te referías al aspecto físico, pero también al mental.
Son dos detalles que están conectados. Hablaba de ponerme más fuerte para aguantar más los contactos, por ejemplo, pero también de estar más concentrada y ser más dura mentalmente.
—Le entren o no los tiros, le salgan o no las cosas, María España desprende siempre mucha seguridad. Entiendo que se ha trabajado mucho por dentro.
María [España] se exprime en el gimnasio, acumula tiros y tiros antes y después de los entrenamientos, y también los días de descanso. El trabajo extra alimenta tu confianza. Le da mucha importancia a la alimentación, al descanso... Siempre está haciendo algo para intentar mejorar.
—Por cierto, ¿cómo fue tu regreso a Europa, tu experiencia en el Basket Namur Capitale?
Difícil, ya que estaba en un equipo exigente de Eurocup. Bélgica resultó una buena experiencia y tuve suerte de compartir vestuario con buenas jugadores y más mayores que yo que me enseñaron muchas cosas. Me gustó mucho volver porque siempre me ha gustado la cultura europea.
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