lunes, 11 de junio de 2007

Nadal logra su tercer Roland Garros


"Me gustaría felicitar a Roger (Federer). Es un gran campeón y seguro que va a volver y tendrá sus opciones de ganar", dijo Nadal, con humildad. Hombros tensos y mirada inocente, parecía querer esconderse tras ganar por tercera vez consecutiva Roland Garros. Parecía estar avergonzado de superar al número uno mundial (3-6, 6-4, 3-6 y 4-6), de lograr algo que no conseguía nadie desde 1980. Desde la gesta de Björn Borg.

"He conseguido aguantar bien mentalmente",
describió el tenista español. Supo no perder la concentración, no hundirse. Sobre todo en el primer set (3-6), el más disputado, en el que salvó hasta diez pelotas de break. Nadal, en cambio, no desperdició su primera bola de rotura (3-4), tampoco la de set. "Si hubiera perdido esa manga, todo hubiese sido distinto", confesó.

¿Cómo puedo fallar esto? Se preguntaba Federer, que ha perdido seis de las nueve finales ante Nadal. Contra el jugador que más le ha desconcertado en su carrera. Su juego fiable y pragmático, lleno de recursos, se transformó en una colección de errores no forzados. 59 al final por tan sólo 27 del español. Tampoco supo sacar partido a sus oportunidades de rotura: tuvo 17 y sólo aprovechó una, en el segundo set, el único que pudo ganarle a su rival (6-4).

Cambio de táctica

Ése set no fue revulsivo para el suizo, que jugaba su octava final consecutiva de Grand Slam. Nadal no se lo permitió y en 13 minutos se puso por delante 0-3. Machacándole primero en la zona de revés, y después en la zona de derecha. "Cada vez veía el hueco más pequeño, tenía que cambiar de táctica. No hubiera aguantado con tan poco margen de maniobra mucho rato", explicó después el balear, que ganó la manga 3-6.

Federer luchaba contra la historia y Nadal. En sus 145 partidos de Grand Slam, sólo dos veces había superado una desventaja de dos sets a uno. Hoy el número uno mundial ni tan sólo pudo forzar una quinta manga. Sus recursos se reducían a saques directos y golpes ganadores esporádicos. Porque en los intercambios largos era claramente inferior.

A nadie de estrañaría ver algún día a Nadal en una pista de atletismo. Reacciona rápido y sus zancadas son contundentes. Pocos podrían llegar a las precisas dejadas de Federer y menos aún cruzar la pelota en carrera. "Estaba cansado y por eso me reservé para mis saques". Así fue: resto largo de Federer y partido para Nadal. El tricampeón siguió su ritual: raqueta hacia el cielo, cuerpo a la tierra batida y cinta fuera de la cabeza. Acababa de lograr su gran sueño. Por tercera vez.

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