Otro icono que se destruye. Hace unos días Marion Jones, la imagen del atletismo moderno, confesaba que había hecho trampas y que sus proezas en Sydney eran un engaño. Ahora Martina Hingis (Kosice, Eslovaquia, 1980), la mejor tenista de finales de los noventa, anuncia que deja la raqueta tras haber dado positivo por cocaína en un control efectuado durante el pasado Wimbledon.
"Es una acusación horrenda y monstruosa. Mis únicas armas en la pista han sido siempre la imaginación y el amor por el juego. Me aterroriza consumir drogas", dice la tenista suiza, a la que le espera un largo camino de juicios y leyes para demostrar que es inocente. "Lo soy cien por cien", ratifica Hingis, de 27 años, mientras asegura que aconsejada por su familia se ha hecho la prueba en el cabello y que ha dado negativo "como todos los análisis que me han hecho en los últimos 12 años".
La WTA, escéptica
Según su entorno, las muestras de orina analizadas ni tan siquiera son de la tenista suiza. Afirman que hay un extraño complot contra la que hace una década, en 1997, se convirtió en la número uno más precoz, con 16 años, seis meses y un día. También son escépticos en la WTA: "No hemos recibido confirmación oficial de nada. Todas las jugadoras son inocentes hasta que se demuestra lo contrario. Martina Hingis es una tremenda campeona y una de las favoritas de los aficionados", explicó en un comunicado Larry Scott, presidente de la WTA.
Ganadora de 43 títulos individuales, entre los que destacan cinco Grand Slams (un Open de Estados, un Wimbledon y tres Open de Australia), Hingis abandona el tenis por segunda vez en su carrera. En 2002 se vio obligada a retirarse por las lesiones, que le impidieron seguir entre las mejores. Ahora se va acusada de dopaje. "Teniendo en cuenta este hecho, mi edad y los problemas físicos que he padecido con la cadera, he decidido abandonar el circuito", resumió.
Relato de prodigio adolescente
La historia de Hingis es un relato de prodigio adolescente. De una estrella que surge de repente y logra minimizar a un mito como Steffi Graf, que entre 1995 y 1996 había ganado seis de los ocho Grand Slams. Hingis, en mayo de 1996, fue quien rompió la excelente racha sobre tierra batida de la número uno, que hacía dos años que no perdía en esa superficie. "Es una jugadora muy sólida", reconoció Graf tras perder en los cuartos de final de Roma. Era el 10 de mayo de 1996. El primer aviso de aquella descarada jugadora que disfrutaba escuchando Bon Jovi y montando a caballo.
La historia de Hingis es un relato de prodigio adolescente. De una estrella que surge de repente y logra minimizar a un mito como Steffi Graf, que entre 1995 y 1996 había ganado seis de los ocho Grand Slams. Hingis, en mayo de 1996, fue quien rompió la excelente racha sobre tierra batida de la número uno, que hacía dos años que no perdía en esa superficie. "Es una jugadora muy sólida", reconoció Graf tras perder en los cuartos de final de Roma. Era el 10 de mayo de 1996. El primer aviso de aquella descarada jugadora que disfrutaba escuchando Bon Jovi y montando a caballo.
No tardó Hingis en lograr su primer torneo como profesional. Fue el 13 de octubre de ese mismo, en Fildestadt (Alemania). Tenía 16 años y 14 días. Desde entonces su progresión fue excepcional, casi surrealista: apenas cuatro meses después ganaba su primer Grand Slam, el Open de Australia, ante una desconcertada Mary Pierce. Y el 30 de marzo de 1997 Hingis se convertía en la número uno más joven de la historia, con 16 años, seis meses y un día. Esa temporada, en la que ganó 12 de los 17 torneos que disputó, también logró Wimbledon y el Open de Estados Unidos. Sólo se le resistó un grande, Roland Garros, su torneo maldito. El único torneo prestigioso que jamás conquistó.
Roland Garros
En París empezaron sus dudas. Se convirtió en una tenista más débil y temperamental. Siempre se encaró con el público, protestó a los jueces de silla, se concentró más en el entorno que en su propio partido. Sólo así se explica que perdiese la edición de 1999 ante Steffi Graf tras haber ganado el primer set 6-4 y sacando con 5-4 y 15-0 a favor. Ese año ganó por tercera vez consecutiva el Open de Australia ante Amélie Mauresmo. El 31 de enero de 1999 ganaba su quinto y último Grand Slam. Esa temporada perdió la final del US Open ante una emergente Serena Williams y fue finalista en el Másters de Campeonas. Aún era número uno.
Si Hingis siguió en lo más alto durante el año 2000 fue por su regularidad en los torneos menores. Porque en los más prestigiosos fracasó: cuartofinalista en Wimbledon, semifinalista en Roland Garros y Estados Unidos, y finalista en Australia. Pero la tenista suiza alivió sus males con un gran final de temporada, en el que ganó en Filderstadt, Zúrich y Moscú, y se impuso a Monica Seles en la final del Másters, en el mítico Madison Square Garden de Nueva York.
Pierde el número uno
Pero Hingis parecía otra tenista. No pudo competir contra la estelar aparición de las hermanas Venus y Serena Williams. Menos aún ante el excelente año 2001 de Jennifer Capriati, que ganó a la suiza en las finales del Open de Australia y en Charleston (Estados Unidos), además de imponerse en París. La tenista estadounidense, otro prodigio precoz, le arrebató el número uno el 15 de octubre de 2001, tras 209 semanas como la mejor. Capriati también había encontrado el éxito muy pronto: con poco más de 16 años ganó el oro olímpico en Barcelona ante Steffi Graf y pronto se perdió entre robos, drogas y sobrepeso. Su excelente ejemplo fue un ejemplo para todos y la agencia EFE la nominó como mejor deportista del año.
La confirmación del declive de Hingis llegó en 2002, donde sólo consiguió dos torneos modestos (Sydney y Tokio) y por primera vez desde 1996 estaba fuera de las diez primeras jugadoras de la WTA. Sus interminables lesiones en los tobillos no le permitieron jugar Roland Garros y Wimbledon. Su ansiedad le apartaba de las mejores, pero también de las desconocidas, como Nadia Petrova y Elena Dementieva sin apenas esfuerzo.
Hingis decidió retirarse esa temporada. Muchos fueron los que aseguraron que nunca más volvería a competir, que sus dolencias en los ligamentos de ambos tobillos eran incurables. Pero resurgió en 2006: "Jamás acepté tener que poner fin a mi carrera por una lesión", dijo tras su brillante Open de Australia, en el que llegó a cuartos de final. Esa misma temporada ganó en Roma y Calcuta, y llegó a cuartos de final de Roland Garros -"uno de los grandes motivos de mi vuelta es ganar en París"-.
El retorno
Esta temporada había ganado el torneo de Tokio a otra joven promesa como Ana Ivanovic. Ése ha sido el último éxito de Hingis, una tenista genial, tan irreverente como efectiva. Para la historia queda su espectacular ascenso, su lento declive, su vuelta triunfal y su adiós más doloroso. "Ni siquiera Navratilova tenía tal capacidad mental; Graf era más paciente, pero no tenía instinto; Chris Evert no tenía su audacia en la red. Reúne todas las cualidades de todas las campeonas precedentes", dijo en su día Andrea Jaeger, otra tenista precoz. Otra tenista también tuvo que retirarse por las lesiones. Aunque no baja sospechas. Con Hingis se destruye otro icono.
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