“Es maravilloso. Tengo la impresión de que, además de toda la gama de golpes que ofrece, también piensa y tiene la cabeza bien amueblada. No creo que se estropee, provienen de una familia de deportistas y eso es bueno”, vaticinó Lis Arilla, un prestigioso analista de tenis, tras ver jugar a Rafa Nadal en su debut en el cuadro grande del torneo Conde de Godó. En 2003 el actual número uno mundial era entonces un chaval de apenas 16 años que días antes ya había asombrado a todos ganando a Albert Costa, campeón de Roland Garros el año anterior, en su primer Masters, el de Montecarlo. Nadal recibió una wild card para jugar la competición de su club, el RCT Barcelona. Su debut fue lo más comentado de aquella edición: desdibujó a Juancho Marín, que se retiró tras el primer set, 6-0 a favor de Nadal, que perdería en la siguiente ronda con Àlex Corretja por 3-6, 6-2 y 6-1. Ésa es la última derrota del tenista manacorense en el Godó, del que se ha proclamado campeón en las últimas cinco ediciones. La última ante David Ferrer (6-2 y 7-5), el único que le ha ganado un set en sus cinco finales. Lo logró el curso anterior. En éste ni tan siquiera ha cedido una manga en todo el torneo.
“Felicito a Rafa y si el año que viene no estoy en la final le felicito también, por que va a volver a ganar”, pronosticó Ferrer, buen amigo del pentacampeón del Godó, que sonrió ante la ocurrencia y después le empararía de cava. También salpicó a una azafata, que intentaba volverse a peinar disimuladamente. Algo que no hubiese preocupado a Nadal, al que no le quita el sueño excesivamente su imagen y suele llevar una barba discontinua. “Estoy muy feliz por mi juego. Ha sido el mejor partido en tierra de esta temporada. Me he sentido mejor que otros días, muy satisfecho”, analizó el protagonista, que como tiene por costumbre se acordó de todos a la hora de dar los agradecimientos, desde su cuerpo técnico hasta los agentes de seguridad y los recogepelotas del torneo.
Tres breaks consecutivos
El comienzo de la final fue bastante atípico. Ambos rompieron el servicio del otro en los dos primeros puntos del partido. Nadal se llevaría la palma en el primer set consiguiendo tres breaks consecutivos. Dominaba como quería el ritmo de juego, sabía cómo defenderse de un ataque para convertirlo en su propio ataque. Seguro con el drive, brillante en los golpes paralelos, Nadal seguía llegando como siempre a pelotas imposibles, como una en la que restó de revés de espalda. En el último juego de la manga le funcionó mejor el primer servicio y dejó en blanco a Ferrer, que sólo le ha ganado un partido en tierra batida (Stuttgart 2004).
“Me ha falta más chispa y ambición”, sentenció Ferrer (hasta 40 errores no forzados), que en el segundo set fue más competitivo y supo resistir a intercambios muy largos. Incluso se adelantó 2-3, 3-4 y 4-5 con derechas ganadoras y con un Nadal puntualmente impreciso –“Rafa ha jugado un poco corto y yo he estado un poco más bajo de lo habitual–". No es normal que opte por dejadas que no vienen a cuento o que haga cañas en restos sencillos. Poco importó por el cuatro veces campeón de Roland Garros solventó la situación llevando a su terreno el partido, sabiendo desconcentrar a su rival y cambiando a su antojo la velocidad y la altura de la pelota. Algo sólo al alcance de unos pocos. Así que empató a 5 y rompió el servicio de su rival para el 6-5. “Ahí lo vi muy difícil”, dijo Ferrer, que cedería en la segunda pelota de partido tras sólo una hora y 45 minutos.
Hay quien cuestiona que Nadal juegue el Godó, que proporciona al ganador la mitad de puntos que los Masters Series 1000. Para el jugador es una cuestión que va más allá de clasificaciones y puntos: “Es un torneo histórico. Aquí he crecido”. Un detalle que no le da tregua en un calendario de tierra batida comprimido y asfixiante. El lunes aterrizará en el Masters de Roma, que intentará ganar por cuarta vez. “Es cierto que tengo pocos puntos que defender allí (en 2008 perdió en segunda ronda ante Juan Carlos Ferrero), pero eso es un poco engañabobos. Veremos qué puedo hacer, pero si juego a mi mejor nivel, puedo ganar”, analizó. Un discurso que no dista demasiado de la prudencia con la que hablaba tras su debut en el Godó: “Lo normal es que pierda. Si se pierde no pasada nada, pero ganas de ganar no me faltan”. Entre unas frases y otras, cinco Godó. Ya es pentacampeón del histórico torneo barcelonés. Como de Montecarlo. En junio intentará serlo también de Roland Garros. Sería su mejor regalo de cumpleaños.
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