Messi, tras superar a Abbiati en el primer gol de la noche - EFE. |
Resulta difícil dudar de Messi, independientemente de sus números, que indican que lleva 58 goles en un curso en el que ha superado a César como goleador histórico del club -Paulino Alcántara al margen- y a Ronaldo en goles en una temporada en Liga (36 por 34). Además, La Pulga acaba de igualar el mejor registro de tantos en la Champions en una temporada (14) que atesoraba Altafini desde principios de los años 60. Una marca que Messi podrá mejorar en semifinales, cruce al que ha llevado de la mano a un Barça que figura por quinta vez consecutiva entre los cuatro mejores, algo sólo al alcance del Madrid entre 1956 y 1960. Otro récord perpetrado por Messi, certero en su peor faceta: el penalty. Messi no falló ninguno de los dos, tan claros como ingenuos, para penalizar a un Milan que no supo sobreponerse al gol de Iniesta al inicio de la segunda parte (3-1). Los azulgrana esperan rival, que saldrá del vencedor del cruce Benfica-Chelsea.
El primero a la izquierda de Abbiati, que se quedó con la miel en los labios tras rozar la pelota; el segundo, a la izquierda del portero. Así concretó Messi dos penaltis concedidos de forma infantil por el Milan, pues Antonini desequilibró al argentino sin disimulo y Nesta estiró de la camiseta a Busquets hasta hacerle caer. Protestaron las dos acciones los italianos, que recibieron el primer gol muy pronto, cuando Messi ya había contabilizado un par de ocasiones y en la jugada en la que el 10 azulgrana había preferido asistir a Xavi antes que definir. Messi quiso hacerse con el defectuoso pase de su compañero y lo que acabó encontrando fue la pierna del defensor.
Las formas de Ibrahimovic
El tanto premió el apremio con el que salieron los azulgrana, exigidos por el marcador de San Siro (0-0), que les obligaba a marcar, y exigidos por su currículum ante un rival con siete defensores y tres delanteros. El gol de Messi liberó al conjunto de Guardiola, que continuó sin reservar energías y con la misma alegría después del gol de Nocerino, pragmático para aprovechar un pase de Ibrahimovic. El espigado jugador condiciona a su equipo y no convenció en su día a Guardiola, que instó al club a venderle después de descubrir a Messi de falso delantero y de sacar lo mejor de Bojan.
Apenas tuvo más micrófono Ibrahimovic, siempre al límite en las formas, siempre a punto del enfado o del éxtasis, siempre al límite del fuera de juego. Por algo es al que más le han pitado esa acción en la presente Champions. Aunque la suerte de Ibra pudo cambiar de no ser por el espíritu de Mascherano, brillante para quitarle un balón. El sueco acabó criticando la labor del árbitro y diciendo que entiende a Mourinho “cada vez que viene al Camp Nou”. Un estadio prácticamente repleto que no escatimó en elogios a Seedorf, incombustible, cuando Allegri decidió sustituirle. La grada agradeció el ímpetu del eterno jugador holandés, el único en activo del último Ajax campeón de la Champions, el de Van Gaal. El público no tuvo en cuenta su pasado madridista. No estaría mal que proliferasen gestos parecidos en los estadios. La grandeza tiene pocos matices.
Antes de llegar al descanso llegaría un pecado de juventud de todo un veterano como Nesta a Busquets. Messi no falló el penalty y también estuvo presente en la jugada que acabó por finiquitar la eliminatoria. Chutó el argentino, rechazó un defensor y, atento y en posición correcta, definió Iniesta. Un golpeo de rechupete para acabar una acción con suerte. La que tiene el Barça de tener a Valdés entre los palos, que rara vez falla. No lo hizo el portero ante Robinho después de que errasen Alves y Piqué, por más que después el colegiado acusase al brasileño de llevarse el balón con la mano. Pocos problemas tuvieron más los azulgrana, inquietos por ver cómo Piqué se retiraba al banquillo cojeando y satisfechos por la ovación a Xavi, dosificado por Guardiola por ser era duda hasta el último momento. Su equipo está ya en semifinales de la Champions por quinta vez consecutiva, algo que sólo había logrado el Madrid hace más de 50 años.
El primero a la izquierda de Abbiati, que se quedó con la miel en los labios tras rozar la pelota; el segundo, a la izquierda del portero. Así concretó Messi dos penaltis concedidos de forma infantil por el Milan, pues Antonini desequilibró al argentino sin disimulo y Nesta estiró de la camiseta a Busquets hasta hacerle caer. Protestaron las dos acciones los italianos, que recibieron el primer gol muy pronto, cuando Messi ya había contabilizado un par de ocasiones y en la jugada en la que el 10 azulgrana había preferido asistir a Xavi antes que definir. Messi quiso hacerse con el defectuoso pase de su compañero y lo que acabó encontrando fue la pierna del defensor.
Las formas de Ibrahimovic
El tanto premió el apremio con el que salieron los azulgrana, exigidos por el marcador de San Siro (0-0), que les obligaba a marcar, y exigidos por su currículum ante un rival con siete defensores y tres delanteros. El gol de Messi liberó al conjunto de Guardiola, que continuó sin reservar energías y con la misma alegría después del gol de Nocerino, pragmático para aprovechar un pase de Ibrahimovic. El espigado jugador condiciona a su equipo y no convenció en su día a Guardiola, que instó al club a venderle después de descubrir a Messi de falso delantero y de sacar lo mejor de Bojan.
Apenas tuvo más micrófono Ibrahimovic, siempre al límite en las formas, siempre a punto del enfado o del éxtasis, siempre al límite del fuera de juego. Por algo es al que más le han pitado esa acción en la presente Champions. Aunque la suerte de Ibra pudo cambiar de no ser por el espíritu de Mascherano, brillante para quitarle un balón. El sueco acabó criticando la labor del árbitro y diciendo que entiende a Mourinho “cada vez que viene al Camp Nou”. Un estadio prácticamente repleto que no escatimó en elogios a Seedorf, incombustible, cuando Allegri decidió sustituirle. La grada agradeció el ímpetu del eterno jugador holandés, el único en activo del último Ajax campeón de la Champions, el de Van Gaal. El público no tuvo en cuenta su pasado madridista. No estaría mal que proliferasen gestos parecidos en los estadios. La grandeza tiene pocos matices.
Antes de llegar al descanso llegaría un pecado de juventud de todo un veterano como Nesta a Busquets. Messi no falló el penalty y también estuvo presente en la jugada que acabó por finiquitar la eliminatoria. Chutó el argentino, rechazó un defensor y, atento y en posición correcta, definió Iniesta. Un golpeo de rechupete para acabar una acción con suerte. La que tiene el Barça de tener a Valdés entre los palos, que rara vez falla. No lo hizo el portero ante Robinho después de que errasen Alves y Piqué, por más que después el colegiado acusase al brasileño de llevarse el balón con la mano. Pocos problemas tuvieron más los azulgrana, inquietos por ver cómo Piqué se retiraba al banquillo cojeando y satisfechos por la ovación a Xavi, dosificado por Guardiola por ser era duda hasta el último momento. Su equipo está ya en semifinales de la Champions por quinta vez consecutiva, algo que sólo había logrado el Madrid hace más de 50 años.
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