Por más que las circunstancias le varíen el carácter, los gustos, los miedos y las fortalezas en su infancia están las claves de una persona. Y tras aquella visita con nueve o diez años a sus primos de Atlanta, Maya Moore quiso tener un equipo de música para emular a sus familiares. Lo importante fue lo que se propuso hacer para conseguirlo. Lo explicaba en el programa Crono Bàsquet de Canal 9 Dos: no dudó en ponerse a limpiar los coches de los vecinos lo mejor que pudo para reunir el dinero necesario. Su madre acabó comprándole una batería, un instrumento que a Moore le sirve para desconectar del baloncesto, de un deporte que se le da de maravilla. Tanto que los expertos auguran que será la mejor jugadora del mundo en breve. Mientras completa ese camino simbólico Moore ya cuenta con un anillo de WNBA en su temporada de rookie como número 1 del draft y ha triunfado en su primera experiencia en Europa después de perder la Copa de la Reina. Con seis puntos consecutivos en dos minutos acabó por desnivelar para el Ros Casares una final muy competida por un gran Rivas Ecópolis, al que le faltó acierto y aliento en la recta final (52-65) tras encajar un parcial de 0-12. La mitad de esos puntos llevaron el sello de Moore, la encargada de poner la guinda al pastel por el que tanto ha invertido la familia Ros: la Euroliga. La irrupción de la jugadora estadounidense resultó el broche final a un partido muy bien jugado por Silvia Domínguez y Sancho Lyttle. Ambas acabaron haciéndose la foto al lado del trofeo y marcando dos con sus dedos, pues ya ganaron la copa el curso pasado con el Perfumerías Avenida. El otro equipo español en conseguirlo había sido el Dorna Godella en 1992 y en 1993, ese año con una jovencísima Amaya Valdemoro, que esta vez consoló a su equipo y le dio un buen achuchón a su compañera Asjha Jones cuando recibió el MVP de la Final Eight de Estambul.
Moore tiene un físico prodigioso, un talento innato, pero también es paciente: “A veces sucede que entran y a veces no”, relató, “cuando esto pasa hay que estar siempre agresiva y positiva para ayudar al equipo en rebote, defensa, intensidad… y lo demás llegará”. En los primeros tres cuartos sólo anotó dos tiros libres y después sumó sus tres canastas en un suspiro, fueron la réplica a la última de Valdemoro y de Rivas (52-53 a 7m 15s). Ahí se empezó a decantar la final por la diferencia de fondos de armario: Vesela anotó en ese tiempo su única canasta y Yacoubou volvió a hacer daño en la pintura como lo había hecho en la primera parte, hasta que se cargó con dos personales, ambas en ataque, en pleno momento de confusión del Ros y de grandeza de Rivas. Las madrileñas, la gran sensación del torneo, se habían repuesto de un inicio a lo Usain Bolt de Silvia Domínguez y de Ann Wauters de la mano de Jones. Y sin Jones, reservada por personales en el banquillo, habían sabido ponerse por delante a base de lucha, defensa -sinónimo directamente de Laura Nicholls-, intensidad y el desparpajo de Elisa Aguilar y Anna Cruz. El conjunto de Miguel Méndez estaba negando al Ros como había conseguido Perfumerías Avenida en la final de la Copa en Arganda del Rey (37-33).
Lyttle, omnipresente
Entonces Roberto Íñiguez no supo dar con la tecla y esta vez sí supo sacar partido de su mayor variedad de piezas, del proyecto más lustroso que se ha hecho nunca en el continente. Así que Lyttle empezó a reconocerse y comenzó a aparecer en los sitios: a anotar con continuidad, a colocarle un tapón a Nicholls, a capturar rebotes. Un triple de Aguilar, el único del partido, y un campo atrás (48-43 a los 24m 55s) supusieron las últimas indecisiones del Ros, que a partir de entonces ni dudó ni se dejó sorprender para concluir con un parcial a su favor de 4-22.
“Se nos acabó la gasolina”, lamentó Miguel Méndez, que recordó un par de fallos bajo el aro en el tercer cuarto que acabaron en dos contraataques –“ahí notamos el cansancio acumulado. Estoy muy orgulloso de mis jugadoras”–. “Viva la madre que la parió. Somos un equipo que hemos tenido muchísimos problemas durante todo el año”, explicó Valdemoro. Historia viva, también, del conjunto valenciano. “Hace mucho que Ros Casares persigue esto y hace mucho que yo juego en Ros y persigo esto... Nos lo merecíamos”, describió la capitana Laia Palau, superviviente nata en los renovados proyectos del equipo en los últimos años y que llevan la firma de la incombustible Carme Lluveras, la general manager del club que preside Germán Ros.
RIVAS ECÓPOLIS 52 (18+19+11+4): Aguilar (7), Carson (8), Cruz (7) Jones (14) y Nicholls (7) -quinteto inicial-, Valdemoro (6), García (2) y Pirsic (1). ROS CASARES 65 (20+13+18+14): Domínguez (13), Moore (8), Jackson (4), Lyttle (18) y Wauters (12) -quinteto inicial- Vesela (2), Yacoubou (8), Palau (-), Murphy (-) y Honti (-). Árbitros: Papapetrou (GRE), Aunkrogers (LAT) y Nitu (ROM). Sin eliminadas. Incidencias: final de la Euroliga disputado en el pabellón Abdi Ipekçi de Estambul ante 1.000 espectadores.
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