Cavendish señala con su mano el número de victorias logradas el última día del Tour - Reuters. |
Como excelente sprinter, el mejor de los últimos años, Mark Cavendish cuestiona el espacio y el tiempo. Dos días antes en Brive la Gaillarde surgió por detrás como un ciclón para ir sorteando rivales y superarlos con una potencia inverosímil, con la velocidad de una bala. Entonces Cavendish festejó su segundo triunfo en este Tour, que quiso cerrar con otro triunfo, su cuarto consecutivo en los Campos Elíseos y el primero que logra un ciclista con el maillot arco iris. Una prenda que sólo puede llevar el campeón mundial actual en la prueba de ruta. Esta vez Cavendish no quiso ponerle tanta incertidumbre al asunto y fue más directo: trazó la curva final solo “para salir acelerando”, para que Goss sacase la bandera blanca en los metros finales y Sagan, el debutante que como Cavendish y Greipel ha conseguido tres triunfos además del maillot verde de la regularidad, tuvo que conformarse con el segundo puesto.
Resultó un triunfo con sello colectivo. El Sky controló las tradicionales fugas –en general balas de fogueo– en los Campos Elíseos, arrebatos en grupo que apenas sacan unos segundos, por más que, entre otros, Voigt, Minard y Rui Costa se propusiesen que no fuese así. Cada uno de los miembros del Sky trabajó para preparar el terreno a Cavendsh: Rogers, Froome y quien le dio el último empujón fue el propio líder y vencedor del Tour, Wiggins, al que no se le cayeron los anillos para lanzar a su compañero. “Hemos trabajado mucho para este triunfo. Es de todos, también del maillot amarillo, que me ha ayudado. Es una victoria muy emotiva que nunca olvidaré”, concedió Cavendish, sonriente cuando le preguntaron por los Juegos Olímpicos de Londres: “Llevo todo el año preparándome. Creo que estoy en un gran momento”. Allí volverá a tener a su lado a Wiggins, vencedor de dos etapas de las seis que se ha llevado el Sky en la ronda francesa. Otra se la llevó Froome y Cavendish, mimetizado con los Campos Elíseos, alcanzó tres, como Sagan y Greipel.
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