Pablo, de la peña
Eskozia La Brava, disfruta del éxito de su equipo, que vuelve a
vencer en el partido de vuelta a un Hospi ejemplar
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Pablo está muy contento
del trato que ha recibido en Hospitalet e incluso me enseña la
tarjeta del restaurante gallego donde ha comido: “Me he hecho
amigo de Eduardo, un barrendero, y me ha llevado allí.
Impresionante. Nos han tratado de puta madre y he pedido que saliera
el cocinero para darle las gracias”. Lleva siguiendo al Eibar
desde los 14 años, aunque entonces le prohibieron ser socio por
arbitrar. Lo dejó a los 19, tras ver que no ascendía más en el
arbitraje: “A igualdad de condiciones, subían los de San
Sebastián. Como no tenía padrinos…”. Y desde entonces
es socio del club de sus amores, al que sigue a todas partes. “Hoy
ha venido mucha gente, pero nosotros somos los que no nos perdemos un
partido”, dice mientras muestra con orgullo la bufanda de
la peña Eskozia La Brava.
“¡Se ha tirado diez
segundos!”
Tiene madera para ser el
líder de la grada visitante, que al principio del partido agita una
bandera gigante con los colores del Eibar y se lleva las manos a la
cabeza con el tiro a las nubes de Diego Jiménez ante Craviotto y el
palo de Roldán. Entre los seguidores del Hospi uno de los
protagonistas no es otro que el portero rival, Irureta, a quien
acusan de sacar con mucha calma: “¡Se ha tirado diez
segundos, cuando lo máximo son cinco!”. El guardameta se
hace con un centro envenenado de Aday –por ahí andaba atento
Bacari, a quien Irureta saca un disparo a bocajarro– y dice que no,
que las manos de Añibarro en el área han sido
involuntarias. No opinan lo mismo, claro, los aficionados
locales:“¡Venga ya! ¡Ya está bien!”.
El hijo de Claudio, a
quien conocí en la vuelta de la eliminatoria de campeones ante el
Tenerife, se va al bar a coger provisiones con unos amigos y el
propio Claudio lamenta en voz alta que el número del sorteo, el 432,
fuese el que tenía él el partido anterior. Tras el descanso, el
Hospi lo intenta sin suerte ni descanso y Miguel Álvarez va
renovando el equipo en busca de un gol no llega, por más que Aday
pruebe a Irureta con un tiro seco, insuficiente para un
recogepelotas: “¡Antes! ¡Antes!”. “¡Que bote, que
bote Ipurua!”, cantan los aficionados vascos. Se sienten como
en casa.
Todavía queda el gol de
Capa en un mano a mano ante Craviotto y uno anulado a Bacari por un
posible fuera de juego tras un centro de Osado. Se acaba el partido.
El capitán Hammouch trata de consolar a Aday, mientras los
aficionados del Eibar saltan de alegría y anticipan el futuro: –“¡El
Eibar es de Primera, el Eibar es de Primeraaaaa…!”–. Los
jugadores del Hospi agradecen el apoyo de los aficionados, que como
dice Luis, “somos pocos, pero humildes y fieles”. Como
Pablo, al que dejo tras la caza de la que sería su tercera camiseta,
con su Eibar.
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