La pertiguista rusa se retira temporalmente
del atletismo para ser madre con su tercer Mundial en casa y volverá para
llegar a los Juegos Olímpicos de Río
Isinbayeva celebra un salto - Getty Images. |
De piedra, petrificado con el bolígrafo
y el blog de notas en la mano, se quedó un aficionado de pelo canoso. Había
tenido a su lado a la protagonista de tantos capítulos de oro del atletismo y
de la pértiga en particular y le había insistido un par de veces con que
estampara su firma. Pero Yelena Isibayeva (Volgogrado, Rusia, 1982) ni tan
siquiera vio a su fan en un momento tan íntimo, mientras abrazaba a Evgeniy Trofimov,
su entrenador y mentor, y festejaba por segunda vez su tercer oro en un
Mundial, éste en un Luzniki
convertido en un coro que recitaba el nombre de pila de la deportista en la que se han inspirado las medallas y el logotipo. Un homenaje merecido para Isinbayeva, que había anunciado su retirada después del campeonato en casa y que horas antes de una final que dominó son solvencia –fue la única en superar los 4’89; tanto Suhr como Silva, con más nulos, saltaron 4’82 para ser plata y bronce, respectivamente– rectificó y aseguró que su adiós solo era temporal. Isinbayeva tratará de continuar su legado, ése que sentencia que atesora 28 récords mundiales, 13 en pista cubierta y 15 al aire libre, o dos oros y un bronce olímpicos, tras ser madre. La intención de este mito de 31 años, mirada profunda y encanto natural es volver en dos temporadas para participar en los Juegos Olímpicos de Río, en 2016: “Por el momento no me retiro. Solo me voy a tomar un descanso”.
convertido en un coro que recitaba el nombre de pila de la deportista en la que se han inspirado las medallas y el logotipo. Un homenaje merecido para Isinbayeva, que había anunciado su retirada después del campeonato en casa y que horas antes de una final que dominó son solvencia –fue la única en superar los 4’89; tanto Suhr como Silva, con más nulos, saltaron 4’82 para ser plata y bronce, respectivamente– rectificó y aseguró que su adiós solo era temporal. Isinbayeva tratará de continuar su legado, ése que sentencia que atesora 28 récords mundiales, 13 en pista cubierta y 15 al aire libre, o dos oros y un bronce olímpicos, tras ser madre. La intención de este mito de 31 años, mirada profunda y encanto natural es volver en dos temporadas para participar en los Juegos Olímpicos de Río, en 2016: “Por el momento no me retiro. Solo me voy a tomar un descanso”.
Una noticia tan extraordinaria
como su trayectoria deportiva. En su tercer intento sobre 5’07 la cámara
recorrió su pértiga, embadurnada de pegamento negro como las manos de
Isinbayeva, un icono del deporte que después de reinventar su disciplina y ser
la reina indiscutible entre 2004 y 2008, se tomó un tiempo de reflexión. Lo
anunció en abril de 2010 –“he llegado a
la conclusión de que necesito descansar”–. Isinbayeva estuvo once meses sin
competir y, seguramente, sin sacarse de la cabeza no hizo ni un salto válido en
la final del Mundial de Berlín de 2009 –el oro se lo llevó Rogowska con un
marca modesta, 4’75; un par de semanas después se anunció que era el Premio
Príncipe de Asturias de los Deportes–. Volvió en 2011, pero solo pudo ser sexta
en el Mundial de Daegu y en Londres arañó el bronce. Esta vez, en Moscú Isinbayeva
se sintió como antes, como ángel en el aire, para recuperar el oro mundialista
seis años después, tras el de Osaka.
Rivales de peso
Lo hizo sin ponerse nerviosa por fallar
su primer salto –sobre 4’65 y llevándose el listón en la subida– ni inquietarse ante rivales de peso, como Silva, líder del año con 4’90
y que no tuvo el día –acumuló cuatro nulos–, y Suhr, con pinta de mala de
película. En el cielo de Moscú, Isinbayeva celebró como si fuera la última
cada vez que pasó el listón. Se sintió ganadora tras superar los 4’89 -el oro más caro de la historia en un Mundial, solo superado por el 5'01 de la propia Yelena en Helsinki 2005-, cuando
empezó a saltar, a gritar y se fue a por Trofimov, que le ha acompañado casi
siempre, excepto un tiempo que la entrenó Petrov.
Suhr, a quien también le dio por hablar antes de saltar como hace Isinbayeva, se quedó clavada en 4'89 y aceptó su derrota, rezando, eso sí, para que Silva –que pidió y recibió apoyo de la grada, algo impensable en muchos deportes, por eso el atletismo es de otra pasta– fallase también y se conformarse con el bronce. A partir de ahí Isinbayeva enloqueció, se fue corriendo hacia Trofimov y le dio un buen achuchón, no se percató del insistente aficionado y se dirigió a la cámara para decir que quería más. Le dijo al juez que pusiera el listón en 5’07. Lástima que no superase el reto. Tiempo tendrá para intentarlo de nuevo cuando reaparezca tras su paréntesis dorado.
Suhr, a quien también le dio por hablar antes de saltar como hace Isinbayeva, se quedó clavada en 4'89 y aceptó su derrota, rezando, eso sí, para que Silva –que pidió y recibió apoyo de la grada, algo impensable en muchos deportes, por eso el atletismo es de otra pasta– fallase también y se conformarse con el bronce. A partir de ahí Isinbayeva enloqueció, se fue corriendo hacia Trofimov y le dio un buen achuchón, no se percató del insistente aficionado y se dirigió a la cámara para decir que quería más. Le dijo al juez que pusiera el listón en 5’07. Lástima que no superase el reto. Tiempo tendrá para intentarlo de nuevo cuando reaparezca tras su paréntesis dorado.
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