La saltadora de Santander comparte el bronce en el Mundial con
Chicherova y sigue cosechando éxitos tras volver a competir después de unos
meses retirada
Beitia celebra un salto - Foto: RTVE. |
Sabe que antes y
durante cada competición y en cualquier entrevista que conceda el periodista le
tendrá preparada la misma pregunta: “¿Te
vas a retirar?”. Y Ruth Beitia (Santander, 1979), risueña, liberada como no
lo ha estado nunca en las pruebas y sobre todo al aire libre, responderá algo parecido a lo que dijo en la
zona mixta del estadio de Luzhniki: “Ahora
no vuelvo a decir que me retiro hasta que me retire en serio. Quién sabe si
llegarán más medallas”. En su día puso punto y final a su carrera tras los
Juegos Olímpicos de Londres, donde fue cuarta. Aportó la batida, se olvidó de
sus gestos y frases
antes de cada salto y se puso a patinar, hasta que se aburrió por la lluvia y le entró el gusanillo de volver a hacer lo que ha hecho siempre, con Ramón Torralbo, su entrenador desde hace casi un cuarto de siglo. Beitia anunció su vuelta a finales de diciembre en su discurso como ganadora del trofeo José Alonso al atleta del año. Desde entonces se llevó el oro en el Europeo indoor de Gotemburgo y en el Mundial de Moscú arañó un bronce que compartió con Chicherova, la actual campeona olímpica y defensora también de la corona mundial, que tuvo un concurso impecable como ella hasta llegar a los 2 metros. Una altura que solo superaron Barrett, la líder mundial del año, y Shkolina, sorprendente medalla de oro con 2.03. La imagen de la rusa abrigándose con la bandera de su país y oliendo las flores que acababan de darle era la de una chica cautivada por el momento. Shkolina había igualada su mejor marca para ser la mejor.
antes de cada salto y se puso a patinar, hasta que se aburrió por la lluvia y le entró el gusanillo de volver a hacer lo que ha hecho siempre, con Ramón Torralbo, su entrenador desde hace casi un cuarto de siglo. Beitia anunció su vuelta a finales de diciembre en su discurso como ganadora del trofeo José Alonso al atleta del año. Desde entonces se llevó el oro en el Europeo indoor de Gotemburgo y en el Mundial de Moscú arañó un bronce que compartió con Chicherova, la actual campeona olímpica y defensora también de la corona mundial, que tuvo un concurso impecable como ella hasta llegar a los 2 metros. Una altura que solo superaron Barrett, la líder mundial del año, y Shkolina, sorprendente medalla de oro con 2.03. La imagen de la rusa abrigándose con la bandera de su país y oliendo las flores que acababan de darle era la de una chica cautivada por el momento. Shkolina había igualada su mejor marca para ser la mejor.
La realización se
centraba en la rusa, mientras de fondo se veía a Beitia. No se vio su gran
abrazo con su mitad como deportista, Ramón Torralbo
–“el cincuenta por ciento de la medalla le pertenece. Es tan suya como mía, así
que no sé si se la tengo que dedicar yo a él o él dedicármela a mí”– ni los
saltos de alegría de la capitana de la delegación española, que suma dos
bronces en el Mundial junto con la de Miguel Ángel López en los 20 kilómetro
marcha: “Este 2013 ha sido un regalazo
con las dos medallas. Ha merecido la pena seguir”. La última estuvo tan reñida
que más allá de clavar la actuación de Chicherova –a las dos les sobraron los
talones en su intento de superar los 2 metros–, saltó 1.97, como Green y Kasprzycka. Algo que no logró
Trost, campeona mundial júnior, que se llevó un buen chasco.
Green,
ignorada
“¡Vale!
“¡Vale!”, parecía
decirse a sí misma Beitia para activarse antes de su último intento sobre 2
metros en otro ritual impagable, una de las salsas del salto de altura. Derribó
el listón sabiendo que Chicherova había hecho lo mismo y rezando para que
Green, que no había superado las anteriores alturas a la primera, fallase. Y la
sueca no acertó tampoco con el salto decisivo, que la televisión rusa no se
esmeró ni en dar en diferido, quizás porque la sueca se había mostrado en
contra de la ley contra la promoción de la homosexualidad en Rusia pintándose
las uñas con los colores del arcoíris. Sí dieron, claro, el último de Shkolina
y el nulo de Barrett, incapaz de saltar y que se comió la colchoneta en otra
jornada gloriosa para Beitia, ansiosa por regresar a Santander para celebrarlo
con los suyos. Su bronce también va dedicado a “un gran amigo,
Carles Triadó, que esta mañana ha ido a buscar a su hermano, que se ha muerto
de un infarto muy jovencito”.
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