Li Na sonríe con su copa de ganadora de Roland Garros -EFE. |
Si hubiese continuado sus estudios de periodismo seguramente sería una entrevistadora incisiva, incómoda y graciosa, todo a la vez, como su juego. Li Na (Wuhan, 1982) podría novelizar una biografía peculiar marcada por el incorformismo, la rebeldía y las anécdotas con su pareja. En ese libro uno de los capítulos estrella sería el dedicado a su primer Grand Slam, Roland Garros, ganado ante Francesca Schiavone por 6-4 y 7-6 (0). Resultó una final en la que la china pasó de jugar sobrada, de gustarse mucho, a enfurruñarse contra sí misma y su equipo técnico, al que recriminó sus indicaciones. A Li Na, que también responde al nombre de Na Li, le entraron las prisas ante la campeona del año pasado, pero se repuso con una reacción irreprochable -con una decisión de la juez de silla muy discutida por Schiavone de por medio- y un tie-break perfecto (7-0). Es el triunfo histórico de Li Na, una tenista pionera en China: en 2004 fue la primera tenista de su país en ganar un torneo de la WTA (Guanghou), en 2008 quedó cuarta en los Juegos Olímpicos de Pekín y en enero había sido la primera china en alcanzar una final en un grande, la perdió en el Abierto de Australia ante Kim Clijsters, a la que venció en Sydney. El siguiente paso para Li Na era ganar un Grand Slam: es pionera a los 29 años en todo un continente, el asiático.
El éxito no tiene edad, pero sí un recorrido. El de Li Na no ha sido fácil y ha tenido que tomar decisiones complicadas, como la de dejar el tenis en 2002 para acompañar a su pareja a la univerdad. Una vez casada volvió a las pistas y su entrenador ha sido el marido, Jiang Shan, del que hace unos meses decidió prescindir como entrenador. Li Na no se anduvo por las ramas para justificarlo: "Pasábamos 24 horas juntos, dentro y fuera de la pista. Necesitábamos un descanso. Además, después de Melbourne los resultados empeoraron". En abril contrató al danés Michael Mortensen en abril y los resultados han mejorado: "Ha sabido transmitirme su confianza en mí y quisiera seguir con él, pero tiene familia; hablaremos para ver cuántas semanas al año podría viajar conmigo".
Primera manga: 39 minutos
Confianza, descaro y seguridad fueron los argumentos con los que Li Na se llevó la primera manga en 39 minutos con dos juegos en blanco al saque, una derecha poderoso. La china jugaba de maravilla en la red, en media pista y en el fondo ante una Schiavone descolocada y desmoralizada. El lema de la camiseta de los fans de la milanesa -"Schiavone another show (Schiavone, otro espectáculo)"- no podía ser menos apropiado para el momento.
Primera manga: 39 minutos
Confianza, descaro y seguridad fueron los argumentos con los que Li Na se llevó la primera manga en 39 minutos con dos juegos en blanco al saque, una derecha poderoso. La china jugaba de maravilla en la red, en media pista y en el fondo ante una Schiavone descolocada y desmoralizada. El lema de la camiseta de los fans de la milanesa -"Schiavone another show (Schiavone, otro espectáculo)"- no podía ser menos apropiado para el momento.
Li Na era un martillo y Schiavone un simple clavo. Tal era la superioridad de la china que rozó el 90% de puntos conseguidos con el primer servicio y salvó el primer punto de break de Schiavone en el segundo set. La campeona de 2010 remontó un 2-0 y se pasó con 2-4 a favor gracias a su repertorio de golpes, las derechas demoleadores, los precisos passing shots y, también, la imprecisión de Li Na, por primera vez débil y aplaudiendo con ironía hacia su equipo técnico. Había tenido una bola para el 4-1, pero con todo a favor restó a la red.
Las protestas de Schiavone
Las protestas de Schiavone
Pero con la misma facilidad con la que se había descentrado se volvió a conectar Li Na para ponerse 5-4 y forzar el tie-break con un juego en blanco. Schiavone no estuvo nada de acuerdo con el tercer punto, que la juez de silla dio como bueno, y en el siguiente dibujó con las manos la trayectoria que habría tenido que seguir la pelota para no salir fuera. La diferencia entre la acción y la intención.
Li Na resolvió la muerte súbida sin fisuras y crecida con la candidez de su rival, incapaz de anotarse ni un punto: "Ha sido un día duro". Li Na completó un discurso clásico repleto de agradecimientos y sonrió. Fue amable con el público y directa con la prensa: "Cuando era joven soñaba con ser campeona de un grande. Ahora, he escuchado que dicen que soy vieja. Pues la viejecita ha logrado su sueño". Con 29 años es la precursora de un país y de todo un continente: "Todo el mundo me apoya en China". Palabras de una luchadora insaciable, todo corazón -lleva una rosa tatuada en esa zona- que de pequeña jugaba a badminton. De grande, rozando los treinta, acaba de ganar Roland Garros y explica a los cuatro vientos que su marido ronca, pero que lo quiere con locura.
Li Na resolvió la muerte súbida sin fisuras y crecida con la candidez de su rival, incapaz de anotarse ni un punto: "Ha sido un día duro". Li Na completó un discurso clásico repleto de agradecimientos y sonrió. Fue amable con el público y directa con la prensa: "Cuando era joven soñaba con ser campeona de un grande. Ahora, he escuchado que dicen que soy vieja. Pues la viejecita ha logrado su sueño". Con 29 años es la precursora de un país y de todo un continente: "Todo el mundo me apoya en China". Palabras de una luchadora insaciable, todo corazón -lleva una rosa tatuada en esa zona- que de pequeña jugaba a badminton. De grande, rozando los treinta, acaba de ganar Roland Garros y explica a los cuatro vientos que su marido ronca, pero que lo quiere con locura.
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