Djokovic celebra su victoria en Melboure - EFE. |
En reconocer las debilidades se encuentra gran parte de la fortaleza de las personas. De esa transparencia y sinceridad parte el camino para mejorar y completarse. Es una señal de humildad, una virtud que define a Rafa Nadal (Manacor, 1986), que despidió el 2011 desnudándose en una entrevista de Juan José Mateo en El País: “Me ha faltado ser menos previsible jugando”, “me ha faltado un pelín de intensidad en todo: piernas, golpes y cabeza”. Y en cuanto el periodista le nombró a Novak Djokovic Nadal fue directo: “¿Qué he hecho mal? No ir más allá”. A Nadal le quedó la sensación de no haber retorcido a Djokovic como podía haber hecho en ninguna de las seis finales que perdió contra él la temporada pasada. Poco más de un mes después de aquella conversación el mallorquín volvió a ceder ante Djokovic, pero lo hizo de otra forma, llevándole a cinco sets y exigiéndole en la final de un Grand Slam más larga de la historia, 5-7, 6-4, 6-2, 6-7(5), 7-5. 5 horas y 53 minutos, una marca superior a las 4 horas y 54 minutos del Mats Vilander-Ivan Lendl del Abierto de Estados Unidos de 1988. Una eternidad en la que Nadal, haciendo de tripas corazón, demostró esas mejoras que ha entrenado con su entrenador Toni durante las vacaciones -la ubicación en la pista, el jugar mucho más dentro, el servicio, una nueva raqueta..- y resultó muy agresivo, tanto para remontarle dos sets a uno en contra al número 1 y de tenerle contra las cuerdas. Lo tuvo a tiro en la última manga sirviendo con 2-4 a favor y 30-15 falló una volea clara en un juego que se llevó el serbio, al que salvó trece bolas de rotura. Djokovic sumó el quinto Grand Slam de su historia: el tercer Abierto de Australia. También tiene un trofeo de Wimbledon y otro del Abierto de Estados Unidos.
“Hemos hecho historia esta noche. Podríamos haber ganado los dos. Desafortunadamente no puede ser”, se arrancó Djokovic, “espero que tengamos más partidos como éste”. Un gesto tan extraordinario como un encuentro que “nunca olvidaré, sobre todo por este público. Espero volver el año que viene y muchos más”. Palabra de Nadal, que acabó tan exhausto que vivió parte de los discursos de las autoridades apoyado en la red, mientras Djokovic, comedido, hacía estiramiento. Ya se había liberado antes el número 1 arrancándose la camiseta y gritando sin parar. Una celebración salvaje para una cita para enmarcar que dejó a Nadal mucho más cerca de su rival y que le convierte en el primer tenista de la historia en encadenar tres finales perdidas en un Grand Slam, justo en la primera ocasión en la que un grande se acabó jugando bajo techo -impagable la imagen de los voluntarios secando la pista con toallas, en un mosaico multicolor, unos iban de azul, otros de amarillo y otros de naranja-. Llovió en Melbourne y la Rod Laver Arena se cubrió del todo. Cinco minutos de descanso tras los cuales Nadal forzó el quinto set tras imponerse en el tie-break después de ir 5-3 en contra.
Comodo, incómodo
Nadal se arrodilló y celebró ese momento como una pequeña gran victoria por cuanto había sufrido para llegar allí. Por haber contenido a Djokovic jugándole donde más daño le hace, a su derecha, por torturarle a derechas inversas y paralelas en ese cuarto set o en el primer, que se había llevado 5-7 -en 1 hora y 20 minutos- y después de ganar juegos como el quinto, en el que rompió por primera vez el servicio a un Djokovic que había sumado tres saques directos en ese juego. Nadal subió entonces con criterio y valentía a la red y restaba dentro. Exigía al máximo al serbio, muy cómodo, por contra en el segundo y en el tercer set, cuando Djokovic impuso su ritmo y jugó con Nadal llevándole de un sitio a otro. Pero incluso así resistió Nadal, que todavía le salvó tres pelotas de set en la segunda manga y redujo diferencias de 4-1 a 5-4 rompiendo el servicio de su rival, confundido con su primer doble falta. El error que condenó a Nadal a perder ese set.
El mallorquín se descompuso al resto y encajó cuatro juegos en blanco en la tercera manga (6-2), en la que volvía a estar lejos de la línea, abusaba de los cortados y parecía haberse olvidado de esa agresividad y movilidad que recuperó después para llevar al límite a Djokovic, contra el que, efectivamente, volvió a perder, pero ante el que exigió al límite, como no había pasado durante el 2011. Este Nadal renovado está cerca de ese serbio maravilloso que es capaz de ponerse a cantar en un karaoke como de llegar a bolas increíbles.
“Hemos hecho historia esta noche. Podríamos haber ganado los dos. Desafortunadamente no puede ser”, se arrancó Djokovic, “espero que tengamos más partidos como éste”. Un gesto tan extraordinario como un encuentro que “nunca olvidaré, sobre todo por este público. Espero volver el año que viene y muchos más”. Palabra de Nadal, que acabó tan exhausto que vivió parte de los discursos de las autoridades apoyado en la red, mientras Djokovic, comedido, hacía estiramiento. Ya se había liberado antes el número 1 arrancándose la camiseta y gritando sin parar. Una celebración salvaje para una cita para enmarcar que dejó a Nadal mucho más cerca de su rival y que le convierte en el primer tenista de la historia en encadenar tres finales perdidas en un Grand Slam, justo en la primera ocasión en la que un grande se acabó jugando bajo techo -impagable la imagen de los voluntarios secando la pista con toallas, en un mosaico multicolor, unos iban de azul, otros de amarillo y otros de naranja-. Llovió en Melbourne y la Rod Laver Arena se cubrió del todo. Cinco minutos de descanso tras los cuales Nadal forzó el quinto set tras imponerse en el tie-break después de ir 5-3 en contra.
Comodo, incómodo
Nadal se arrodilló y celebró ese momento como una pequeña gran victoria por cuanto había sufrido para llegar allí. Por haber contenido a Djokovic jugándole donde más daño le hace, a su derecha, por torturarle a derechas inversas y paralelas en ese cuarto set o en el primer, que se había llevado 5-7 -en 1 hora y 20 minutos- y después de ganar juegos como el quinto, en el que rompió por primera vez el servicio a un Djokovic que había sumado tres saques directos en ese juego. Nadal subió entonces con criterio y valentía a la red y restaba dentro. Exigía al máximo al serbio, muy cómodo, por contra en el segundo y en el tercer set, cuando Djokovic impuso su ritmo y jugó con Nadal llevándole de un sitio a otro. Pero incluso así resistió Nadal, que todavía le salvó tres pelotas de set en la segunda manga y redujo diferencias de 4-1 a 5-4 rompiendo el servicio de su rival, confundido con su primer doble falta. El error que condenó a Nadal a perder ese set.
El mallorquín se descompuso al resto y encajó cuatro juegos en blanco en la tercera manga (6-2), en la que volvía a estar lejos de la línea, abusaba de los cortados y parecía haberse olvidado de esa agresividad y movilidad que recuperó después para llevar al límite a Djokovic, contra el que, efectivamente, volvió a perder, pero ante el que exigió al límite, como no había pasado durante el 2011. Este Nadal renovado está cerca de ese serbio maravilloso que es capaz de ponerse a cantar en un karaoke como de llegar a bolas increíbles.
2 comentarios :
Buff, ha sido un partidazo de tenis increíble, pero me he puesto de los nervios, joder que aguante tienen el par de fenómenos!!
Gran artículo
@ Daniel Rubio Muchas gracias. La verdad es que con partidos así hay que tener provisiones cerca y la comida preparada de antes porque nunca se sabe... Un señor partido, una cita para la historia. Nadal se acerca a Djokovic. ¡Que sigan así!
Un saludo,
Toni
Publicar un comentario