miércoles, 6 de junio de 2012

Un triple de Huertas concreta una remontada de fe ante un Madrid dominante (81-80)


Huertas celebra su triple ante la desolación de Carroll - ACB Photo. 

El baloncesto se acerca a la poesía cuando perpetra encuentros que permanecen en la memoria de los aficionados para siempre y que, sobre todo, hacen creer en él a algunos de los incrédulos que consideran que apuntar los anotadores de cada canasta en una hoja es un suplicio o que odian no saber cuándo durará un partido. Es posible que una jugada al límite que concretó una remontada de fe haya hecho que alguien se enganche a este deporte. “No fue un partido bueno por mi parte, pero el baloncesto es así, te regala cosas como ésta”, relató Marcelinho Huertas (Sao Paulo, Brasil, 1983), el protagonista de un triple en carrera, sobre la bocina y saltando sobre una pierna, su seña de identidad. El jugador, desequilibrado, acabó estirado en el parqué y desde ahí vio que la pelota tocaba en el tablero y entraba en la canasta. En unos segundos Huertas se vio rodeado de todos sus compañeros. El primero en llegar a abrazarle fue Pete Mickeal, que surgió para sacarle las castañas del fuego a un Barça que a 5m 56s del final estaba chamuscado (63-76) y que había llegado a perder por 17 en un tercer cuarto nefasto ante un Madrid dominante, a sus anchas, poderoso desde Tomic hasta Carroll, pasando por Singler o Llull. La garra de Mickeal, el oficio o el genio –o ambas cosas– de Navarro, junto con el acierto inicial de Lorbek concedieron esa oportunidad a Huertas, que no dudó en jugarse el último tiro tras haber fallado los cinco anteriores ante un conjunto de Pablo Laso que se quedó a cuadros y vio cómo, tras su victoria por 81-80, los azulgrana dominan la final de la Liga ACB por 1-0. Sin prácticamente tiempo para descansar volverán a citarse en el Palau el viernes (La 1, 22:00 horas). 

No pudo tener más emoción un partido que logró empatar Navarro con un triple a falta de 44 segundos y, siguiendo las instrucciones de su entrenador, se jugó otro deprisa después de que Llull hubiese metido dos tiros libres. Botó y botó el base menorquín para jugarse el que debía ser el último tiro ante un equipo que no iba a hacerle falta. A Llull le quedó corto el triple, Eidson cogió el rebote, asistió a Huertas y éste hizo lo imposible. Un epílogo de película que no puede tapar ni el buenhacer de un Madrid que le ha perdido el respeto a su rival con la llegada de Laso ni las debilidades del Barça, que durante un rato y, en palabras de Xavi Pascual, perdió “emocionalmente”  el partido. 

Buscando soluciones 

Hasta que Pete Mickeal se echó el equipo a la espalda, Navarro resurgiera como una exhalación,  Lorbek aportase lo suyo y Huertas entrase en la historia de los partidos imborrables el Madrid había empequeñecido del todo al Barça, perdido ante el dictado de un rival que le hacía daño todas sus piezas. A Laso la rotación le servía para dosificar a sus jugadores, para que Reyes y Mirotic aprovechasen sus pocos minutos en pista, mientras que Xavi Pascual buscaba soluciones en el banquillo. 

Tomic y Singler fueron los primeros en ir de carrerilla en un duelo de muchos puntos y defensas confudidas, incluso la mejor de Europa, la del Barça, sorprendido por la entereza del pívot croata primero y por la naturalidad de Singler después. Y si los azulgrana pudieron sostenerse en el marcador fue porque contaron con un Lorbek infalible que alcanzó el descanso (37-43) con 13 puntos.

Confusión 

En la última canasta del segundo cuarto, sobre la bocina, a una mano y a aro pasado de Sada, se explica el sufrimiento de unos azulgrana que empezaban a padecer con las galopadas de Llull y los picotazos de Carroll, certero cuando los locales se reponían. Los blancos acertaron con cuatro de los cinco primeros triples y además dominaban sin problemas el rebote (36 por 30) y confundían a un Barça inocente. El propio Carroll no dudaría en quitarle la pelota a Eidson, confundido por un pitido desde la grada que entendió como del árbitro. El tirador estadounidense habilitó a Llull para que machacase a placer y pusiese la máxima ventaja (43-60 a 26m 17s). 

Pascual volvió a tirar de Navarro, que volvió a reenganchar a su equipo, aunque Carroll continuaba martilleando a los azulgrana sin descanso como Tomic o Sergio Rodíguez, que repartió hasta siete asistencias, tan sólo dos más que todo el Barça junto, señal que no pudo jugar con comodidad y tuvo que recurrir a la épica y a la fe, dos palabras que van asociadas, para remontando un partido imposible. La huella será siempre de Huertas, pero la marca fue sobre todo de Mickeal, Lorbek y Navarro. Y de la defensa, claro. El último triple de Navarro, el del empate a 78, llegó tras un tapón sensacional de Vázquez a Tomic.  

BARÇA 81 (15+22+17+27): Huertas (3), Eidson (6), Mickeal (17), Lorbek (18) y Vázquez (3) –quinteto inicial–, Ndong (9), Sada (2), Navarro (21), Ingles (2) y Wallace. MADRID 80  (20+23+23+14): Llull (11), Suárez (1), Singler (11), Velickovic (5) y Tomic (16) –quinteto inicial–, Carroll (18), Reyes (4), Sergio Rodríguez (7), Mirotic (7), Pocius y Begic. Árbitros: Martín Bertrán, Redondo y García González. 

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