Andrea Fuentes y Ona Carbonell durante su actuación - EFE. |
En una clase de catequesis cambió para siempre la historia de un deporte minoritario en España que no deja de enamorar por su plasticidad y por reunir danza, teatro e interpretación en una piscina. Por llegar al corazón a través de posturas y gestos singulares, de expresividad calculada y a la vez natural. De espontaneidad trabajada al límite. “Ana, ¿por qué no te apuntas conmigo a sincro?”, le propuso una compañera de catequesis a Ana Tarrés. “¿Y por qué no?”, respondió la eterna entrenadora del conjunto español de natación sincronizada, que participó como deportista en los Juegos de Los Ángeles y que en Pekín alcanzó dos platas, en equipos y con un dúo casi recién estrenado meses antes, en Eindhoven, con Gemma Mengual, la mejor deportista española de todos los tiempos, y Andrea Fuentes, sustituta de Paola Tirados. Cuatro años después, en el centro acuático de Londres Andrea Fuentes miraba para todos los sitios en busca de una confirmación, tras un ejercicio de tango tranquilo y frenético, agresivo y delicado. ¿Esos 192.900 puntos, 96.900 en la final, les valían para la plata? “¿Somos plata?”, preguntaba. Lo son, por muy poco (192.870, 96.770 en la última prueba, del dúo chino formado por Xuechen Huang y Ou Liu, finalmente bronce). Y Ona y Andrea se funden en un abrazo: son plata, sólo detrás de las favoritas, las rusas Natalia Ishchenko y Svetlana Romashina, que rozaron la perfección (197.100, 98.900).
Un nuevo éxito de la sincronizada española narrado en La 1 por Julia Luna y Gemma Mengual, a la que se le hizo eterna la actuación de sus ex compañeras. Quería que pasase rápido el tiempo y que ninguna fallase porque sabe lo que cuesta llegar hasta ahí: las entrenamientos casi sin horario en el CAR de Sant Cugat, los sacrificios y los momentos duros. Mengual se retiró en febrero de este año tras un tiempo fuera de la competición por maternidad y después de comprobar en el Mundial de Shanghái que Ona Carbonell formaba un tándem fantástico con Fuentes, que ya cuenta con tres platas olímpicas, tantas como la natación sincronizada, a la que todavía le queda aspirar a otro metal en equipos.
A ritmo del tango de La Cumparsita de Piazzolla, que les había dado el bronce en Shanghái, y con un vestido rojo y negro diseñado por Dolores Cortés, danzaron Fuentes y Carbonell. Lo hicieron como si estuviesen en el tapiz, fundiéndose en el agua, sacando lo mejor de sí mismas y emocionando al espectador, al especialista y al novato. La sincro es un deporte encantador.
2 comentarios :
muy grandes las españolas sin duda merecida plata, las rusas eran inalcanzables
Cada día me gusta más este deporte. Lo han bordado.
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