La distancia entre un
jugador y los aficionados desaparece en las invasiones de campo, casi
inevitables en momentos de euforia, y cuando los deportistas reparten
obsequios a la grada. Después de torear a varios compañeros con un
capote con el escudo del CD Tenerife, Javi Moyano se quita sus botas
azules y las tira a la grada. La primera la coge un niño y la
segunda, un espontáneo que pretende quedársela de recuerdo. “¡Eh!
¡Eh!”, le grita Moyano, diciéndole con gestos que la lance hacia
los aficionados del club blanquiazul.
El hombre le hace caso. Quien captura la bota guardará para siempre un tesoro de un nuevo ascenso del Tenerife a Segunda División, esta vez en el Estadi Municipal de l'Hospitalet, ante un rival que se ha dejado el aliento y a punto ha estado de regresar a la categoría de plata 47 años después. Al Hospi le ha faltado un gol que sumar al de Cirio para lograrlo. Tras el 3-1 en la ida, en el Heliodoro Rodríguez López, al conjunto de Miguel Álvarez no le basta el 1-0, aunque tendrá otra oportunidad en las eliminatorias de repesca, donde deberá superar dos cruces, el primero contra el Caudal de Mieres o el Lleida Esportiu.
El hombre le hace caso. Quien captura la bota guardará para siempre un tesoro de un nuevo ascenso del Tenerife a Segunda División, esta vez en el Estadi Municipal de l'Hospitalet, ante un rival que se ha dejado el aliento y a punto ha estado de regresar a la categoría de plata 47 años después. Al Hospi le ha faltado un gol que sumar al de Cirio para lograrlo. Tras el 3-1 en la ida, en el Heliodoro Rodríguez López, al conjunto de Miguel Álvarez no le basta el 1-0, aunque tendrá otra oportunidad en las eliminatorias de repesca, donde deberá superar dos cruces, el primero contra el Caudal de Mieres o el Lleida Esportiu.
“¡Hospi! ¡Hospi!”,
canta la afición visitante y la local responde con aplausos. Un
intercambio de buenos gestos que sintetiza qué es el deporte de
verdad. Atrás queda la celebración anticipada por parte de los
miembros del Tenerife y de algunos periodistas, que en el descuento
saltan al campo pensándose que el pitido del árbitro es el del
final del partido. Todavía quedan unos segundos, que Manga saque una
falta y Craviotto se presente en el área contraria. Poco antes, Marc
Pedraza le ha remontado varios metros a Suso, que se quedaba solo.
Suso, sustituto en la segunda parte de Cristo Martín, es uno de los
rivales sobre los que más habla la grada: “Eres un portento.
¡Dedícate al boxeo!”. Suso sale nervioso y en su primera acción
corre mirando la pelota. Álvaro Cervera le saca al campo poco
después del gol de Cirio, atento para remachar una gran jugada entre
Pol y Bacari.
El amigo de Cirio
Y con un amigo de Cirio
llego al estadio. Es su primer partido –“¿vas al estadio? ¿Es
por ahí?”, me dice nada más salir del metro– y está tan
ilusionado como nervioso. Como Miguel García, el presidente del
Hospi, que se muerde las uñas en los aledaños del estadio. No tardo
en hablar con mi vecino en la grada, Claudio, que ha ido con su hijo
–“hemos venido a casi todos los partidos de la temporada en casa
porque el chaval se ha empeñado. Yo ya iba al estadio antiguo”–
y un amigo de éste.
“¡Ojo con Aridane!”,
advierte otro aficionado, que también observa que Sergio Aragoneses
está intranquilo: “¡Está nervioso!”. Tiene razón, pues en
una de sus primeras acciones el portero del Tenerife despeja con la
cara cuando pretendía coger la pelota con las manos y hace vista a
un centro-chut de Bacari, quizás molestado por el sol. “¡Parece
Buyo!”, cuenta otro, que no olvida cómo el ex portero del Madrid
falló en una acción que acabó con gol de Pier, en uno de los dos
finales de Liga en los que el Tenerife venció al conjunto blanco
para suerte del Barça de Cruyff.
Las frases
“¿Cuánto te ha pagado
el Tenerife? Linier, no presumas de bandera. ¡Hubieses estado mejor
mejor de cura!”, se enciende Claudio, mientras un chaval escribe
algo en un globo rojo. “¡Chicharrero, chicarrero de corazón!”,
jalea la grada visitante. Es cuando Claudio repara en algo: “¿Estás
apuntando las frases que se van diciendo? Pues ya llevas unas
cuantas”.
Con 0-0 y un gesto poco
afortunado de Aragoneses –que salva una ocasión de Pol– a la
grada se llega al descanso. Se anuncia el número del sorteo: ha
salido el 1.242. Claudio se ha quedado cerca, tenía el 1.213. Es
quien más se moja cuando de repente se activan los aspersores. Los
recogepelotas aprovechan para hacer una improvisada tanda de
penaltis.
En la reanudación, el
propio Pol se anticipa a Cristo Martín, que se quedaba solo ante
Craviotto. Es cuando llega el gol de Cirio, que remata una jugada muy
elaborada de la delantera del Hospi. Pero el tiempo pasa y el gol que
necesita el equipo para subir a Segunda no llega. “Un cuarto de
hora, es un gol”, se oye en la grada. Craviotto salva ante Suso,
Bacari hace lo propio en un córner y no llega después a un centro
muy largo de Ángel. Hammouch rechaza un tiro del propio Suso y el
Hospi no acierta en sus ocasiones para alegría de José Luis, al que
me encuentro en el metro camino de casa. Lleva la bufanda del
Tenerife en la mano y vive desde hace 10 años en Hospitalet: “El
año pasado estuvimos cerca de subir a Segunda. Hoy ha sido un mal
partido del equipo y al Hospi no lo vi bien de juego, pero sí le
puso más ganas”.
“No era muy estético”
¿Estaba nervioso
Aragoneses? “Sí, sobre todo en los saques de portería. Falló
algunos saques de portería”, responde José Luis, que ha sufrido
el partido con los aficionados llegados desde Tenerife. Cuando vivía
allí solía ir al Heliodoro Rodríguez López y de pequeño
disfrutó de los Dertycia, Redondo o Pizzi, “el típico jugador que
parece que no sepa jugar, pero que cuando recibía marcaba aunque
tirase mal. No era muy estético, pero le sobraba carisma”.
José Luis compró la
entrada del viernes y, como hace cuatro años en Girona –“entonces
vino la familia desde Tenerife”– con el ascenso a Primera festejó
el regreso a Segunda, “después de tantas decepciones. Me he
quedado aliviado y relajado cuando el árbitro ha pitado el final del
partido. Por la masa social que tiene el equipo debería estar en
Primera. En Segunda B arrastra a más público que el 90% de clubes
de Segunda”.
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