Cronómetro de Récords entrevista a la alero del Fundación Navarra Baloncesto Ardoi
Cecilia Liñeira en el Marina Besòs. Foto: Toni Delgado / Cronómetro de Récords. |
Toni Delgado (@ToniDelgadoG) / Sant Adrià de Besòs
Hacer la foto antes de la entrevista tiene sus riesgos. Con Cecilia Liñeira (Buenos Aires, Argentina, 1983) no se me ocurría otra que con la pelota del partido.
—Cecilia, por favor, mírala...
—¿Así?
—Como lo sientas...
Los primeros segundos la observa con recelo. Luego se suelta. La alero del Fundación Navarra Baloncesto Ardoi habla con los ojos. Muestra lo que, a sus 36 años, es un secreto a voces: ama el baloncesto. Cecilia Liñeira parece transparente, fiel, divertida y generosa.
—¿Por qué no has jugado ante el Bàsquet Femení Sant Adrià? No he leído que estuvieses tocada.
Tengo una fascitis en la planta del pie y, para no arrastrarla toda la temporada, hemos decidido no forzar. Espero recuperarme completamente. En el banquillo, sin poder ayudar como quiero, lo he pasado muy mal.
—¿Te hubiera venido bien durante el partido tener un balón en las manos como ahora?
¡Uy! [Risas]. Igual lo habría estampado contra la pared. [Risas]. Sí que me habría venido bien una pelotilla antiestrés.
—Tienes muy mala leche cuando pierdes.
¡Mucha!
—Pues después de una derrota por 89-55...
Bueno... Sabíamos que iba a ser muy difícil ganar en casa del Bàsquet Femení Sant Adrià con las bajas que tenemos: Itziar Arregui, nuestra base titular; Amaya Gastaminza, un puntal en el equipo...
—¿Qué te evoca el sonido del bote del balón?
El baloncesto me divierte. Competir es diversión. Todavía me divierto. [Se ríe]. Me gusta mucho competir. Me gusta mucho ganar. No sé si competir... [Risas].
—Bueno, para ganar hay que competir.
Eso mismo. Cuando pierdo, lo llevo fatal. Con los años, he aprendido a digerirlo mejor, pero los minutos posteriores son horribles.
—Siempre dices que dejar el baloncesto "es muy difícil". De hecho, en su momento, y tras una oferta laboral, lo aparcaste un año, pero volviste.
Es muy difícil. Siempre digo que cuando tenga un buen trabajo lo dejaré. ¡Y ya lo tengo, pero todavía sigo jugando! [Risas]. Siempre repito: "Éste es mi último año". No lo sé...
—¿Te engañas un poco a ti misma?
Sí... Antes los entrenamientos los llevaba muy bien. Ahora me pasa con los partidos, pero con los entrenos...
—Harías algún descanso más...
Los del lunes, los del martes... [Risas].
—¿Tus nervios previos a un partido han ido evolucionando con los años?
Nunca sentí nervios. Antes de un partido me relajo. Quizás los tenga la mañana del día del encuentro, si es muy complicado. Si no es así, tengo más ganas que otra cosa.
—¿Ilusión?
Igual, con 36 años, ya no es ilusión. Son ganas de competir, saltar a la pista, ganar... La sensación después de una victoria me llena.
—¿Te consideras una persona apasionada?
Cada vez menos. Antes era más pasional y ahora soy mucho más... Cuerda... No es lo mismo competir con 25 que con 36 años. Me entreno con jugadores de veintitantos. Antes me dedicaba exclusivamente a esto, y ahora lo compagino con mi trabajo. Ya no me considero una jugadora profesional de baloncesto. Los retos y el enfoque son diferentes.
—Supongo que también la manera de disfrutarlo.
Es completamente diferente, más personal. Me demuestro a mí misma que todavía puedo seguir jugando y ganar esos partidos que se deciden en los últimos balones. Eso me pica. [Se ríe]. Por eso, cuando pierdo, lo llevo fatal. [Risas].
—¿Te han tomado mucho el pelo por tu competitividad?
No. La gente ya me conoce...
—Precisamente por eso...
Cuando pierdo, suelen dejarme a mi aire. Luego se me pasa. Igual cuando era más joven era incapaz de salir de fiesta o a cenar porque estaba muy rabiosa. Ahora me ducho, le doy un par de vueltas y ya está. Maduras, aprendes, cambias, mutas...
—Es imposible encontrar a una deportista argentina que no se quiera comer el mundo. ¿Qué es la garra argentina?
[Se ríe]. Tenemos fama de aguerridas. Yo no soy una jugadora de tirarme al suelo por todos los balones. La garra argentina es un plus.
—En una entrevista en UcU Web Radio confesabas que echabas mucho de menos los helados. [Se ríe]. ¿Son tan diferentes?
¡Muy diferentes! En Argentina son más artesanales y parecidos a Italia, y las heladerías están abiertas todo el año. Aquí me pido medio kilo de helado y me miran como si estuviera loca... En Argentina es... ¡Normal! No soy una loca. ¡Simplemente me gusta el helado!
—¿Pero medio kilo?
Sí, me lo zampo tranquilamente.
—¿En Argentina eso es habitual?
No, pero un cuarto sí. En mi familia somos de medio kilo... [Risas]. Me encanta el dulce de leche, tío.
—No pareces de extremos ni de excusas. Tampoco de poner muchas pegas ni de que te afecten mucho las buenas y las malas noticias.
Tal cual. Creo mucho en los grises y los matices. Hoy hemos perdido de paliza. Correcto. Pero también han dado la cara un montón de niñas que normalmente no tienen minutos y que han tenido que tomar sus propias decisiones, equivocarse y jugarse los tiros. Para mí eso es positivo. Nos ayudarán durante la temporada. Hoy han crecido un poco más. Somos un equipo con pocos centímetros que sufre en el rebote. ¿Qué podemos hacer contra una jugadora de 1,85, 1,90 o 1,95 metros? Sí, puedes empujarla, ir al límite, anticiparte, pero...
—En la cuarta edición de Jugonas, el primer torneo 3x3 femenino en España, la máxima reboteadora fue Arantxa Calero, una de las más bajitas. El rebote es actitud, aunque, claro, la altura te da una ventaja.
El rebote es actitud cuando puedes pelear de igual a igual. Pero cuando hay mucha diferencia de experiencia y físico... ¡[Minata] Keita y [Mai] Diarra quizás nos sacan una cabeza! Peleas, peleas y peleas, pero sabes que en algún momento perderás. En el primer cuarto lo hicimos bien, aunque es muy difícil mantener ese ritmo.
—En el pavelló Virolai y ante el Lima Horta Bàsquet, el Fundación Navarra Baloncesto Ardoi jugó la temporada pasada su primer partido en Liga Femenina 2. ¿Cómo recuerdas aquel partido?
¡Ganamos con una suerte increíble, con un triple a tabla! Salvo que cuentes con jugadoras muy experimentadas, los primeros encuentros suelen ser muy malos, con mucha ansiedad, nervios, fallos...
—Me hace mucha ilusión preguntarte por dos jugadoras que han entrado en el Salón de la Fama del Baloncesto Español: Laura Grande y Mar Xantal. ¡Has jugado con ellas!
¡Ooooastraaaas! ¡No lo sabía, tío!
—Sí, la FEB y el diario As han escogido a la selección española que ganó el primer Europeo, en Perugia en 1993. En ese equipo estaban las dos.
¡Qué guay! Era una cría que venía de Argentina y estaba muy verde en táctica de baloncesto... [Risas]. En el CB Pío XII tuve dos años acelerados de táctica. ¡Un intensivo! Para mí fue todo un lujo y un honor compartir pista con Laura Grande y Xantal. Me enseñaron tanto...
—Entiendo que eran muy generosas.
Mucho, además de muy buenas compañeras y muy pacientes. Todo el mundo hablaba maravillas de ambas, pero yo vivía mi segunda temporada en España y no sabía quiénes eran. Me bastó muy poco para darme cuenta... [Risas]. Era una gozada jugar con Laura Grande. ¡Un reloj! Para mí Mar Xantal ha sido la mejor jugadora con la que he jugado: veía el baloncesto como nadie. Fueron unas excelentes profesoras.
—Xosé Anxo Rivera Mozan, tu entrenador en el CB Pío XII, era muy exigente.
Pasé de un baloncesto muy pobre a nivel táctico y técnico a tener un entrenador muy rico tácticamente. Fue muy duro y enriquecedor para mí. Tenía que aprenderlo todo para ya.
—¿Te sentiste colapsada?
¡Y tanto! En mi primera temporada tuve momentos de...
—¿"Me quiero ir" casi?
Ah, eso toda la temporada... [Risas]. Tuve momentos de mucho bajón y quizás entonces no fui tan consciente de ello. Tenía que asimilar muchos conceptos y muy rápido. Quería renovar y sabía que necesitaba hacerlo bien.
—Te interesaste por el baloncesto por un anuncio de Michael Jordan.
¡Sí! Era de Nike, de su época en los Chicago Bulls. Yo tendría 10 o 11 años y pensé: "¡Me mola este deporte!". En el cole teníamos canastas y le pedí a mi padre que me comprase un balón. Y ahí empecé, sola en los recreos. [Risas]. Luego se incorporó una amiga. ¿Sabes? Mi casa estaba a unos 800 metros y recorría la distancia pasándome el balón por las piernas. Hasta que un día le pedí a mi padre que me apuntase a un equipo. Empecé en un club muy de barrio, el Centro Español, en cadete me fui al Platense, un equipo importante en Buenos Aires. Después, al Burzaco y al Lanús, y ya me vine para aquí.
—La vida es una lucha interior. Tú siempre lo tuviste claro...
Ya... Siempre fui muy competitiva y cuando hacía atletismo retaba a los chicos. ¡Y muchas veces les ganaba! Jugase a lo que jugase (balonmano, voleibol...) quería ganar siempre.
—Made Urieta te entrenó en el Araski.
¡Una grande! Made sabe sacar lo mejor de cada jugadora y adapta su juego a la plantilla. Es muy lista y cañera, te pica y te presiona en el buen sentido. Por eso sus equipos siempre van bien. Nunca ficha al azar.
—Apuesta por personas más que por jugadoras.
Eso mismo.
—Has disputado seis fases de ascenso a Liga Femenina y has subido tres veces: con el Unión Navarra Basket, el Basket Ibaizabal y el Araski. No te hace demasiada gracia el apodo de Miss Ascenso...
¡Ninguna! [Risas]. Es una competición muy dura mentalmente en la que te lo juegas todo cuando más cansada estás y no sientes las piernas. En esas circunstancias es mucho más fácil fallar tiros, pases, no tienes fuerzas para defender tanto... Necesitas estar muy preparada mentalmente para una fase de ascenso.
—Es casi un máster de baloncesto y vida.
¡Sí! Recuerdo una fase de la que me costó recuperarme... ¡Una semana! ¡Me dolía todo! ¡Hasta el alma! Habíamos jugado dos prórrogas, yo había disputado más de 30 minutos de media...
—Este año jugar esos minutos te costaría más...
Como lo hago de tres, no me pego tanto con gente y no me desgasto tanto.
—Eres enfermera.
Sí. En Argentina me saqué la carrera de Instrumentación Quirúrgica, que aquí sería equivalente a un máster o a una especialidad. Por eso tuve que estudiar Enfermería. Ahora no trabajo en el quirófano.
—También estás estudiando un grado de Psicología..
Buah, lo dejé hace bastante. Estoy muy disgustada con la universidad y tampoco me iba a dar de comer. Bueno, igual sí termino Psicología... Me quedé en tercero.
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