“Sebastian, esta posición es
suficiente, es suficiente”, le dijeron desde la radio a Sebastian
Vettel (Heppenheim, Alemania, 3 de julio de 1987). El mensaje
pretendía calmar a un piloto que bajo cualquier circunstancia
exprime al máximo el RB8, el coche más completo de la parrilla. A
ocho vueltas para dar por concluido el Mundial de 2012 en Brasil
Vettel rodaba séptimo y estaba a punto de igualar a Ayrton Senna –y
también a Jack Brabahm, Jackie Stewart, Niki Lauda y Nelson Piquet–
coronándose tricampeón mundial –y de hacerlo con 25 años, otro récord más en su trayectoria-,
por más que Fernando Alonso fuese segundo en el circuito de
Interlagos tras Jenson Button, vencedor de la carrera. Pero Vettel también quería acercarse
a Michael Schumacher y rebasarle. Schumi, en el día de su despedida,
no puso reparos a su compatriota para que así lo hiciese, justo
antes de que Petrov, doblado eso sí, tampoco opusiese resistencia
–como marca el reglamento– a Alonso, que no había podido con el
búlgaro en Abu Dabi en 2010. Entonces, como en 2007, al asturiano se
le escapó el título a última hora por tener la mirada corta y
centrarse en un rival, cuando había otro con opciones más remotas.
Esta vez el único contrincante era Vettel, el mismo capaz de
remontarle 44 puntos y llegar a la última cita en Interlagos con 13
de margen. El mismo que en la primera vuelta vio de cara cómo le
pasaban varios rivales después de que Bruno Senna, sobrino de
Ayrton, le hiciese un estropicio, dañándole la carrocería y
golpeando el sistema de escape: “Ha sido la carrera más difícil
de mi vida. Imagínate verte a las primeras de cambio en sentido
contrario y con todo el mundo viniendo hacia ti. Para rematarlo,
luego la pifiamos con los neumáticos”. El
mismo al que le dijeron que no podían repararle el coche en boxes y
que progresó de la última plaza a la sexta en nueve giros,
beneficiado también por los abandonos y el baile de paradas por la
incertidumbre del cielo. No cayó el diluvio que esperaba Alonso, al
que como a Vettel le ayudó la enésima retirada de Lewis Hamilton
cuando iba primero tras ser embestido por Hulkenberg, la sorpresa de
la jornada y que lideró la prueba varias vueltas porque, como
Button, alargó la primera parada. Otro accidente, en este caso de
Di Resta en la penúltima vuelta, hizo que el coche de seguridad
custodiase a los pilotos en la llegada triunfal de Vettel, sexto en
el GP de Brasil y que ya cuenta con la triple corona a pesar de un
Alonso mayúsculo que le ha exigido hasta el final y ha sabido sacar
un rendimiento similar –la diferencia final fue de tres puntos, 281
por 278– a un F2012 sensiblemente inferior al RB8.
El gran legado de Alonso es su pilotaje, sus títulos con Renault (2005 y 2006) y el haber optado hasta el último día a tres coronas más. Tres oportunidades para igualar a Senna, su gran ídolo, una marca que hace seis años consideraba suficiente como para poder retirarse y que le es esquiva a pesar de haber hecho “mi mejor año”. Y sobre todo de sentirse reconocido: “Es la primera vez que he puesto a todo el mundo de acuerdo, a pilotos, a ex pilotos, de Francia, de Inglaterra... de que he sido el mejor del campeonato. Esa sensación es muy buena”. El piloto de Ferrari utilizó en su discurso palabras nobles como orgullo y corazón y se mostró agradecido por el trabajo del equipo, al que le pidió tener un “coche un poco más rápido el año que viene”. Pero en sus referencias para contestar a los periodistas si había perdido la corona en Interlagos fue demasiado selecto acordándose de cómo le embistió Grosjean en Spa y de denunciar la simple reprimenda a Vettel tras la calificación de Japón. Dejó a un lado, por ejemplo, las dos retiradas por problemas mecánicos del alemán en Valencia y Monza, y el generoso trabajo de su compañero Felipe Massa, obligado a cambiar la caja de cambios en Austin para que Alonso saliese por delante y a dejarse adelantar en Brasil ante su afición –Felipinho fue tercero y logró su segundo podio del curso–. El asturiano, que tampoco mencionó a un Raikkonen que arruinó su carrera en Suzuka, volvió a repetir que había sido un “milagro” llegar al último día con opciones de título –y así es–, pero se excedió con las cábalas, diciendo que si tuviese un coche como el resto “seguramente” hubiese ganado el Mundial varias carreras antes. Vettel tampoco se llevó una felicitación de Alonso, mayúsculo, excepcional en la pista, pero que no estuvo a la altura de su pilotaje ante los medios.
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