El capitán Felipe Reyes besa el primer trofeo del Madrid de Laso - ACB Photo. |
TONI DELGADO desde el Palau Sant Jordi
Han tenido que pasar cuatro Juegos Olímpicos y estar a punto de caramelo el quinto para que el Madrid volviese a levantar una Copa del Rey. 19 años muy largos que acabaron en Barcelona en una jugada gloriosa en la que destrozó al Barça en la final del torneo, en su tercera tentativa consecutiva bajo la batuta de Sergio Llull (74-91), escogido MVP y su jugador más volcánico que ha ido de poco a muchísimo en este torneo disputado en el Palau Sant Jordi, y la explosividad de Jaycee Carroll, infalible en el tramo final. El conjunto blanco, nuevo rey de Copas con 23, una más que su rival, no ganaba un título desde la temporada 2006-2007, cuando conquistó la Liga ACB, también en Barcelona.
El grupo de Laso le dio su misma medicina a los azulgrana y les ahogó en defensa, además de acribillarles en ataque en otra ejercicio coral. Si Llull fue la punta de la lanza, Carroll hizo honor a su apodo de Boom Boom Carroll y resultó todo un cañón para los locales, golpeados por el jugador, que acabó con 22 –uno menos que Llull-, pese a no anotar su primera canasta hasta los 26m 22s. Desde entonces, desde ese dos más uno tras un Navarro muy mermado físicamente y a quien desdibujó Carroll resultó un torbellino y distanció a su equipo definitivamente (65-85 a 3m 28s). Fue el complemento ideal de Llull, fantástico en los tres primeros cuartos. De hecho, puso la guinda al segundo y al tercero con un triple sobre la bocina. Tras ése pegó un gran salto con el puño arriba, simulando quizás ser Superman. No era para menos ante un Barça desconocido y por momentos únicamente impulsado por Ndong (19 puntos y 11 rebotes), que reconoció que al equipo le faltó “un poco de energía” y que desdramatizó el haber perdido el título en casa y por tanta diferencia: “Lo importante es perder solo”.
La oportunidad de Carroll
No había escondido en ningún momento Laso sus pretensiones: dominar el rebote, defender al límite y correr que se las pelara. Con esos argumentos se presentó al encuentro el Madrid ante una grada del Palau Sant Jordi repleta, en la mejor entrada de la historia de la Copa con 15.128 espectadores y sin la presencia de ningún miembro de la familia real. La puesta en escena blanca fue responsabilidad de Llull, en su mejor versión de la temporada en este torneo: suelto, desequilibrante y liberado. No ha estado nada mal el torneo de Suárez, excelente en las últimas semanas tras una primera parte del curso testimonial. El ex del Estudiantes fue el último en irse al banquillo a descansar, mientras Carroll esperaba su oportunidad en el banquillo. La tendría a lo grande.
Pese a su desbarajuste defensivo, el Barça se sostuvo con el corazón de Ndong, inmenso en las capturas y desequilibrante en los puntos superando en primera instancia a Tomic, a quien su entrenador mantuvo en pista pese a cargarse rápido con dos personales. Un riesgo que le salió bien a Laso, que volvió a repetir decisión en el segundo cuarto con Begic, una torre casi infranqueable para los interiores azulgrana, y que sólo se paró él mismo con una tercera personal cuando ya acumulaba dos tapones.
Se acercan los azulgrana
Los exteriores, caso de Eidson -que acabó con una afección en el ligamento lateral de la rodilla derecha- y Mickeal, se aliaron con Ndong para acercar al Barça (8-9 a los 3m 58s) antes de que el Madrid volviese a dar n golpe sobre la mesa con Llull (triple, bandeja y tiro en suspensión) con Sada ya en pista, pues Huertas había sido engullido físicamente por el propio Llull. El brasileño ha tenido una Copa muy discreta, falto de revoluciones. Y bajo la batuta de Sergio Rodríguez y las acciones de Suárez, Pocius y Reyes alcanzó el Madrid su mayor ventaja (25-36 a los 16m 51s). Una distancia que más a o menos conservó el conjunto de Laso al descanso con un triple sobre la bocina del imparable Llull (33-42). El problema para los blancos era que sus interiores estaban cargados de faltas. Para suerte, por ejemplo, de Vázquez, con pocos y muy provechosos minutos en esta Copa. No daba con la tecla Xavi Pascual, ni con un triple cambio. En cambio, Laso, por ejemplo, no echó de menos la producción de Reyes y Velickovic, estelares ante el Fuenlabrada, y que sólo aportaron cuatro puntos en la final.
Necesitaba ir recuperando efectivos el Barça y es lo que sucedió: Mickeal por aquí, Lorbek por allá con sus primeras canastas en juego. Con su segundo triple apretó el marcador (51-52 a los 25m 41s), pero los azulgrana, en palabras de su entrenador se sintieron “incómodos en las dos canastas”. Justo lo contrario que le sucedió al Madrid y, en particular a Carroll, que replicó primero con sus primeros cinco puntos (consecutivos).
Buenos pulmones
Era un encuentro lleno de revoluciones, sin remilgos ni descanso. Para equipos muy físicos, con muy buenos pulmones, como es el caso de ambos equipos. Aunque ahora mismo Navarro no esté en plenitud de condiciones, incluso fue duda hasta última hora por sus molestias en los pies fruto de la fascitis plantar. Y Carroll no lo aprovechó para ejercer de sastre y ser un vendaval inabordable, mientras su afición le coreaba como MVP como había hecho hace un rato con Llull. Boom Boom Carroll fue el encargado de poner dos veces por 17 por delante y por 20 (65-85 a 3m 28s).
Sólo una remontada histórica hubiese podido salvar a los azulgrana, que llegaron a perder por 22 (69-91 a 1m 10s) tras una buena acción de Begic, básico en un torneo que ha coronado al Madrid de Laso. 19 años y cuatro Juegos Olímpicos después.
BARÇA 74 (17+16+23+18): Huertas (2), Mickeal (10), Eidson (5), Lorbek (15), Ndong (19) -cinco inicial-, Sada (-), Navarro (16), Vázquez (2), Wallace (-), Ingles (-) y Rabaseda (5). REAL MADRID 91 (22+20+23+26): Llull (23), Singler (4), Suárez (9), Mirotic (9), Tomic (2) -quinteto inicial-, Begic (10), Rodríguez (2), Pocius (6), Reyes (2), Carroll (22), Velickovic (2) y Sanz (-). Árbitros: Hierrezuelo, Pérez Pizarro, García González. Eliminado: Tomic (m.37). Incidencias: Asistieron 15.128 espectadores a la final de la Copa del Rey disputada en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Se trata del partido con más asistencia de público en la historia de esta competición. Sergio Llull fue elegido mejor jugador de la final (MVP).
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