martes, 9 de junio de 2020

"¿Es tu padre mejor que tu madre porque sea un hombre? ¿Lo crees de verdad?"

Emma Stone y Steve Carell encarcan a Billie Jean King y Bobby Riggs en 'La batalla de los Sexos', un hito en la lucha a favor de la igualdad en el deporte
Emma Stone en una de las escenas más icónicas de 'La batalla de los sexos'. Captura de la película. 

Toni Delgado (@ToniDelgadoG) 

Hay quien lucha contra la desigualdad de género escribiendo un tuit de vez en cuando. 

—¿Vas a ver algún partido de baloncesto femenino? 
—Sí. Cuando la entrada es libre. Cinco, seis o siete euros resulta caro. 
—Ah. Con el abono anual te saldrá más barato. 
—¿50 euros? Buff... ¡Demasiado! Tampoco compro camisetas ni bufandas de ningún equipo ni biografías de jugadoras, pero... ¿Te he dicho que escribo tuits a favor del baloncesto femenino? ¡Quiero que las jugadoras cobren lo mismo que los hombres!

Invertir en el baloncesto femenino es mucho más que cuadrar un tuit (con o sin) faltas de ortografía. Es tiempo y dinero. Granitos de arena que pueden ayudar a que la distancia entre ellos y ellas, que todavía no son consideradas profesionales por la Ley del Deporte, se estreche. Los cambios no se alimentan de palabras, sino de gestos. Sin esos gestos la mujer todavía no podría votar ni competir en un maratón. Gestos como el de la extenista y ganadora de 12 Grand Salms Billie Jean King (Long Beach, California, Estados Unidos, 1943), que Jonathan Dayton y Valerie Faris rescatan para la gran pantalla en La batalla de los sexos. Una excelente pieza bañada en el drama, la comedia, el romance, el humor, la lucha por la igualdad y el documental deportivo.  

—¿En serio vamos a hacerlo? –le pregunta Gladys Heldman, propietaria de la revista World Tennis, interpretada por una hilarante Sarah Silverman.
—Claro que sí... –responde, sonriendo y con una mirada de determinación, Emma Stone, la Billie Jean King cinematográfica. 
—¿Y cómo vamos a hacerlo? –insiste la periodista, otra que se come el mundo. 
—Ni idea... –responde la tenista mirándola a los ojos. 
—Ya... 

Billie Jean King sabía que la echarían de la Federación  Americana de Tenis y que podría quedarse fuera de los grandes torneos. Lo arriesgó todo para cambiar las cosas porque sentía que su responsabilidad iba más allá de conectar un saque directo perfecto o de conservar el número uno. Billie Jean King sentía que estaba en sus manos ayudar a que las tenistas cobrasen más, y que ella, como primera en ganar 100.000 dólares en un año, tenía más focos para lograrlo. Acababa de hacer su primer gesto: negarse a jugar el Pacific Southwest Open de 1973 en cuanto se enteró de que el ganador cobraría 12.000 dólares, más que nunca, y la ganadora, sólo 1.500, menos que nunca. 

—Si las ventas [de entradas para las finales masculina y femenina] son iguales, también debería serlo el premio... Digo yo... –dispara la periodista Gladys Heldman. 
—Es más emocionante ver jugar a los hombres. Es así. Son más rápidos, más fuertes y más competitivos. No es culpa vuestra. Es biología –le replica Jack Krammer, presidente de la Federación Americana de Tenis. Bill Pullman consigue que odiemos a su personaje con el primer pestañeo. 

Emma Stone y Steve Carell. Captura de la película. 

Apoyada por la periodista, que removerá cielo y tierra en busca de patrocinios, y por otras compañeras, Billie Jean King boicoteará al Pacific Southwest Open montando en las mismas fechas un torneo, el primero de muchos, y liderando la creación de la Asociación Femenina de Tenis (WTA). Por el camino, y ésa es la excusa de La batalla de los sexos, se enfrentará a Bobby Riggs, extenista de 55 años que la reta para demostrar que puede ganar a cualquier mujer tenista y, cómo no, a la número uno. Él también lo fue. Reunirán a 30.472 espectadores y sólo en Estados Unidos a 50 millones ante el televisor. 

6-4, 6-3 y 6-3 para Billie Jean King. El 20 de septiembre de 1973 se jugó un partido histórico para la igualdad. Emma Stone, camaleónica y con luz propia, está a la altura de Billie Jean King. Jonathan Dayton y Valerie Faris retratan a una tenista que no se deja someter, más líder que lo que se cree, más vulnerable (¿por qué se vende serlo como algo malo?) de lo que muestra, valiente y altruísta. Es feliz con su marido, Larry King [Austin Stowell], que la quiere, confía en ella y se calla mucho para no desconcentrarla de la competición.

Los Billie Jean King y Bobby Riggs reales, tras el duelo. Foto: Archivo Bettmann. 

Un corte de pelo le ampliará la mirada a la protagonista. O más bien será una mirada (o varias) de la peluquera, Marilyn Barnett [Andrea Riseborough], que le enseñará a fluir, quizás a ser más ella misma. Es posible que se dedique demasiado tiempo a esa historia de amor y seguro que se echan de menos más minutos de tenis. Vemos más la competición desde fuera de la pista, desde las dudas y reivindicaciones de las tenistas, desde sus confidencias y luchas. Sí parece equilibrado el peso de Bobby Riggs (Pasadena, California, Estados Unidos, 1918-Leucadia, Encinitas, California, Estados Unidos, 1995), interpretado por Steve Carell, que borda el papel de bromista acelerado, vende promesas y negocios brillantes, adicto a las apuestas deportivas y atrapado en su propio personaje. Sólo (¡y por fin!) a partir del ecuador de la película vemos a un Bobby Riggs descolocado y fuera de su salsa, en una conversación con su mujer, Priscilla Wheelan [Elisabeth Shue].  

Amor a primer corte de pelo. Captura de la película. 

"Voy a hacer del machismo un show", proclama Bobby Riggs, tan carismático que hasta Billie Jean King se ríe de unas ocurrencias que no comparte. Él, exnúmero uno hace muchos años, toma píldoras "súper naturales", se preocupa más de la diversión que por entrenarse para el desafío, y da por hecho que la ganará con tanta facilidad como a Margaret Court, que durante ese tiempo también había alcanzado el número uno mundial. Bobby Riggs es un cuentacuentos fantástico para su hijo menor, una oveja descarriada para el mayor y alguien a quien no sabe encajar en casa para su mujer, cansada de palabras sin hechos.    

Los silencios, representados con planos con el personaje en silueta negra o en color, en el pasillo del hotel, las habitaciones o los vestuarios, son una delicia en La batalla de los sexos. Nos ayudan a entender mejor a los personajes y, sobre todo, les dan alma. Más credibilidad. 

Larry King [Austin Stowell], en la pasillo del hotel. Captura de la película. 

En uno de los momentos más potentes de la película no sale una raqueta ni se ve la pista. Tampoco la grada. Billie Jean King se dirige al vestuario y la prensa le va haciendo preguntas. Un merluzo, que no es periodista, se cuela en la escena y no tarda en demostrar sus luces. 

—Los hombres son mejores y punto... –le dice a la tenista. 
—No digo que las mujeres sean mejores. Nunca he dicho eso. Sólo digo que se merecen respeto. Más que el que Bobby Riggs y tú nos tenéis... Oye... ¿Tienes hijas? ¿O hermanas? Lo que es seguro es que tienes madre. ¿Es tu padre mejor que tu madre sólo porque es un hombre? ¿Lo crees de verdad? –se gira y se para Billie Jean King. 
—No...
—Pues es lo que dices. Aunque tú no lo creas... Si venzo a Bobby Riggs, ¿dejarás de decirlo?
—De acuerdo. [Hasta un merluzo tiene criterio de vez en cuando]. 
—Te tomo la palabra... Si te veo, te lo recordaré –le dice Billie Jean King alejándose, recalcándolo con el dedo índice y sin perderle de vista. Como cualquiera, tiene miedos e inseguridades, pero nunca extravía sus principios ni sus valores. Sabe que sus gestos pueden cambiar los tiempos.  

Título: La batalla de los sexos. Dirección: Jonathan Dayton y Valerie Faris. País: Estados Unidos. Duración: 121 minutos. Año: 2017. Reparto: Emma Stone, Steve Carell, Andrea Riseborough, Elisabeth Shue, Bill Pullman, Austin Stowell, Sarah Silverman, Alan Cumming, Eric Christian Olsen, Jessica McNamee, Mickey Sumner, James Mackay, Agnes Olech, Chet Grissom, Chip Chinery, John C. McGinley... Guión: Simon Beaufoy. Música: Nicholas Britell. Fotografía: Linus Sandgren. Productora: Cloud Eight Films / Decibel Films / Fox Searchlight. Género: Documental deportivo. Valoración: 4.3 sobre 5. 

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