jueves, 17 de septiembre de 2020

Anna Cruz: "Como no soy perfecta en ningún aspecto, no puedo liderar en nada ni a nadie"

Cronómetro de Récords entrevista a la nueva base-escolta del Araski, que vuelve a la Liga Femenina Endesa siete años después

Anna Cruz en la sesión oficial de fotos del Araski. Foto: Asier Bastida.

Toni Delgado (@ToniDelgadoG) #baloncestofemenino #LFEndesa

"Cuando veo que alguna niña me ha reconocido y le da vergüenza acercarse... ¡Suelo moverme yo! [Risas]. Alguna vez me he arrepentido de no hacerlo porque pasé por lo mismo de pequeña y luego en casa me enfadaba por no haberme atrevido...", confiesa Anna Cruz (Badalona, 1986), la nueva base-escolta del Araski, de regreso a la Liga Femenina Endesa siete años después.

—¿Queréis una foto? –le preguntó a un par de niñas hace unas semanas en Badalona. Había visto que sus padres las animaban a animarse. 

—¡No, no!

Salieron corriendo. 

 

"Y me quedé... ¡Pues vale!", recuerda, entre risas, Anna Cruz: "Es muy posible que yo hubiese actuado igual que ellas de peque...". Son las nueve de la noche de su día libre, oxígeno antes del que iba a ser debut, este viernes, ante el Al-Qázeres en el Pabellón Multiusos Ciudad de Cáceres. Finalmente el partido se ha suspendido por "la falta de garantías sanitarias para que las deportistas y los diferentes participantes del mismo puedan desarrollar su labor sin incidencias", según indica la FEB, y la nueva base-escolta del Araski deberá esperar al día 26 para estrenarse ante el Cadí la Seu en Mendizorrotza. Aunque Skype no nos quiera lo suficiente y no nos permita vernos durante la conversación, se nota que Anna Cruz es expresiva, alegre, empática y profunda, y se entiende por qué es la autora de dos de las canastas más icónicas de la selección, ambas en cuartos de final y a última hora (Eurobasket de 2015 y Juegos Olímpicos de Río de 2016).  

—¿Qué te está transmitiendo el Araski?  

Somos un grupo sin estrellas en el que sumamos todas. Necesitamos más tiempo y, sobre todo, más partidos para conocernos mejor. Aunque no hayamos ganado ningún amistoso, no hemos dejado de crecer.   

La base-escolta del Araski lanza un tiro libre en un amistoso de preparación para el Eurobasket de 2017 ante Italia. Foto: Alberto Nevado / FEB.  

—¿Uno de los motivos para fichar por el Araski fue haber trabajado con Made Urieta en la selección absoluta en el pasado Eurobasket?

Sí. Me transmitió muy buenas vibraciones y me llegó, especialmente como persona. Me gustó lo que vi de ella como entrenadora cuando intervenía en los ejercicios. Se nota que sabe mucho de baloncesto. Además, compartimos valores: Made es clara, directa, honesta, sencilla... Necesitaba un proyecto en el que me reflejase y en el que creyese. La forma y el fondo del Araski encajan con lo que buscaba.   


—¿Te has sentido descolocada en algún equipo en los últimos años? 

La experiencia en el Fenerbahçe fue un poco negativa porque no acabé de encajar. En Rusia viví años muy duros y positivos a la vez. Cuando estás fuera, siempre es más difícil sentirte muy  involucrada en un equipo si no hablas el mismo idioma.  


—¿Aprendiste algo de ruso? 

Sí. Hombre, estuve seis años, eh... [Se ríe]. 


—Ya, ya... Pero hay tantas personas que no lo hacen... Deportistas, por ejemplo.  

Ya... Hice clases dos años, uno en Oremburgo y otro en Kursk. Sé leerlo, pero muchas veces no sabía qué me decían. Me perdía. Mi ruso era de supervivencia: las frases típicas y poco más. 


—¿Fuera aprendiste a disfrutar más de la soledad? 

Aprendí a estar sola porque no vivía con nadie. Ahora, de vez en cuando y aunque no los busque, necesito mis momentos de soledad. Estoy bien con gente. [Risas]. He vuelto a la Liga Femenina Endesa, en parte, para que los míos puedan visitarme más.  

 

Anna Cruz durante un partido ante Senegal en el Mundial de Tenerife de 2018. Foto: Alberto Nevado / FEB.


—Llegó un momento en el que no te apetecía ni ir a entrenar y le pediste a tu entrenador que no te sacase. 

He vivido situaciones de todo tipo. Ha sido una montaña rusa.  Estar un poco tocada de la rodilla no ha ayudado y por eso tomé la decisión que me pedía el cuerpo: parar unos meses para volver a disfrutar. No me estaba compensando tanto sufrimiento y tanta soledad para jugar a baloncesto y, además, hacerlo tan lejos de casa. Aquí puedo competir igual y ser más feliz.  


—¿Compartiste rápido lo que sentías con los tuyos? 

Algunas cosas sí, pero hay muchas que me he tragado que no sabe nadie y que no sé si las contaré nunca.   


—¿Decepciones personales, por ejemplo?

Sí. Para mí el baloncesto deja de tener sentido cuando no crees en la persona para quien trabajas o, directamente, te decepciona. Entonces dejas de estar implicada porque te separan muchos aspectos. Con Made [Urieta], para empezar, me reí mucho, algo que me había faltado en estos años. Es compatible trabajar y pasarlo bien. Necesitaba a alguien que me motivase cada día y Made me transmitió algo que otros no hicieron. Para jugar bien necesito estar a gusto con el cuerpo técnico y las compañeras. 


Anna Cruz en la Euskal Kopa ante el CD Ibaeta. Foto: Federación Vasca de Baloncesto.


—¿Por qué empiezas a confiar en una persona? 

No necesito mucho tiempo para ver cómo es y, cuando lo hago, decido si me abro o no en función de cómo me sienta con ella.    


—Tengo la intuición de que has conectado con Tania Pérez, otra superviviente. ¿Quienes habéis superado tantas lesiones y contratiempos establecéis un vínculo especial?

¿Quién no se entiende con Tania? [Risas]. Es difícil no encajar con ella. Por mucho que te lo cuenten, hasta que no te lesionas no eres consciente de la situación. Tania y yo sabemos que tenemos que sacar el lado positivo de entrenarnos con dolor cada día. Es el único camino.   


—Tu filosofía es el ahora.  

Sí, desde que me lesioné la rodilla. Si estoy bien, prefiero hacer un entrenamiento a tope sin dolor que reservarme para el partido. Las lesiones me han cambiado el carácter. Al final, cuando dependes de tu cuerpo y no te responde intentas llevar  la situación lo mejor posible y montas una fiesta si estás mejor.  Ahora la rodilla está respondiendo bastante mejor y... ¡Que dure! Aunque no nos engañemos, me he operado dos veces de la misma, está castigada y se quejará. Intentaré exprimir los días que no lo haga tanto y disfrutar. 


La base-escolta internacional no se relaja jamás en una pista. Foto: Alberto Nevado / FEB.


—¿Desde tu marcha del Rivas había existido la posibilidad real de que regresases antes a la Liga Femenina Endesa?

Me fui porque necesitaba vivir nuevas experiencias y competir en otros torneos y hasta el año no me había planteado volver.  


—Pero tuviste ofertas de aquí, ¿no?  

No. Ni las buscaba, ya que estaba bien donde estaba y tenía hablado el contrato para el año siguiente. 


—¿Los equipos de la Liga Femenina Endesa no contactaban con tus agentes porque sabían que no querías regresar de momento? 

No lo sé. Como renovaba con bastante antelación... El año pasado sí que tuve claro que, después de seis años, quería irme de Rusia. Incluso me llegué a plantar descansar más meses para recuperar fuerzas y, con la temporada ya empezada, valorar opciones. No tenía prisa, pero apareció el Fenerbahçe y me decidí. 


La Liga más surrealista que ha ganado el Perfumerías Avenida fue en 2013, con dos tiros libres de Le'Coe Willingham y sin más tiempo por jugarse, fue tu último partido con el Rivas. Te lesionaste en la primera parte y no pudiste ayudar a tu equipo más... 

Fue horrible... Además, días después fui concentrada con la selección y me descartaron... Me dije... "¿Pues sabes qué? ¡Que me voy!". [Risas]. Y decidí jugar en Rusia, algo que ya tenía en mente. Es posible que gracias a esos palos me atreviese a ir a la WNBA el año siguiente con New York Liberty. Me gusta probarme en nuevos escenarios.  


—En el Rivas formaste una dupla fantástica con Queralt Casas. De las mejores que he visto en Liga Femenina Endesa.   

¡Buah! Parece que hayan pasado muchos más años... Queralt era muy jovencita cuando llegó. A pesar de ser bastante parecidas jugando, nos compenetrábamos muy bien.  


Queralt Casas y Anna Cruz en su etapa en el Rivas. Foto: FEB.

—En el descanso del Rivas-Ros Casares de la Copa de la Reina de Arganda del Rey de 2012 Miguel Méndez estuvo hablando un rato contigo. Habías fallado tus ocho tiros y Maya Moore, a quien defendías, se estaba poniendo las botas. ¿Miguel Méndez te hizo confiar más en ti? 

Siempre apostó por mí. Al principio, como me pasa a mí, Miguel puede dar la impresión de ser un poco frío, y no lo es. Siempre me dicen que parezco bastante borde, pero cualquiera necesita tiempo para coger confianza. Miguel Méndez es un gran entrenador y una excelente persona que se merece todo lo bueno que le está pasando en el Ekaterimburgo.  


—¿En aquel momento te afectaban mucho los errores en la pista?

Bueno... Entonces y ahora. [Risas]. Antes muchísimo y ahora mucho. [Se ríe]. Me cuesta equivocarme y hacer ver que no ha pasado nada. Soy de las de castigarme bastante, aunque lo hago menos que antes. 


—Si te castigas tanto tú, que te castiguen los demás... 

Ya... Por eso necesito un poco de paz y tranquilidad, y saber que están conmigo y no en mi contra.  


—Siempre dices que te da vergüenza ponerte delante de una cámara y, sinceramente, se te ve natural.  

Uy, no... Me cuesta, por más que haya mejorado con los años... No me gusta nada ser el centro de atención. Soy una persona espontánea con mi gente y muy tímida con quien no conozco lo suficiente.  


Ofreciéndose. Foto: Alberto Nevado / FEB.

—Has hecho de analista con Marta Fernández y Diego Martínez en Teledeporte.  

Cuesta menos con gente de confianza y ambos me lo pusieron muy fácil. Eso sí, intentaba no hablar demasiado. [Risas]. 


—Hablando de nervios... Debutaste con 15 años en Liga Femenina Endesa contra el AD Cortegada.  

Tiré y la fallé... ¡Pero tiré, que era mucho! Estaba muy nerviosa porque Carme Lluveras te exigía mucho. Me acuerdo de ir sudando en el metro de lo nerviosa que iba a entrenarme. 


—¿En serio?

¡Y tanto! Siendo cadete de segundo año ya hacía algún ejercicio con el primer equipo. ¡Era lo más grande que había pasado nunca y no quería equivocarme! ¿Sabes cuál fue una de las primeras cosas que me dijo Carme Lluveras? 


—No. Cuéntanos. 

"Fíjate en aquella de allí, en Laia Palau. Imítala. Copia todo lo que haga". Y yo le respondía: "¡Sí, claro!". [Risas]. ¡Laia es única e inimitable! Cuando iba al Pavelló Guinardó Torrent d'en Melis a ver a las mayores, siempre le decía a mis padres que quería ser como Laia y... Ostras, el baloncesto nos ha unido:  hemos jugado juntas, nos llevamos súper bien y nos apoyamos mucho. Laia es infinitamente empática y valora el esfuerzo de cualquiera. Por eso es la capitana de la selección. No hay nadie mejor que ella.  


—¿En un futuro te verías como capitana?

Uy, yo no... [Risas]. ¡Qué va! Es demasiado trabajo, problemas interminables... Necesitas una paciencia infinita y yo... ¡Incendiaría el equipo! [Risas].  


Neus Ayudo, Silvia Domínguez, Núria Martínes, Laia Palau, Carme Lluveras, Francesc Gallego, Isa Sánchez o Anna Cruz. Foto: Pere Puntí / Mundo Deportivo.


—¿Cuál fue tu primer contacto con los medios? 

El más grande, una visita a Mundo Deportivo con la excusa de la primera Liga del UB Barça. Yo creo que no habia nadie aquel día para hacer la foto [Paula Seguí, Andrea Congreaves y Kendra Holland-Corn ya estaban de vacaciones] y me llamaron a mí. 


—Conservo el diario porque ese reportaje lo escribí yo. [Sonríe]. En el retrato, de Pere Puntí, salís la preparadora física Neus Ayuso, Silvia Domínguez, Núria Martínez, Laia Palau, Carme Lluveras, Isa Sánchez... Eres la única que aparece con la réplica del trofeo.   

No lo pasé muy mal porque sabía que no era la protagonista y que no tendría que abrir la boca. ¿Qué podía decir yo? [En el torneo jugó 71 minutos, repartidos en 17 partidos].   


—¿Cómo viviste en el banquillo la segunda Liga del UB Barça? De nuevo la ganasteis en la Fonteta ante el Ros Casares. Esa temporada (2004-2005) tuviste más minutos.  

¡Con muchos nervios! Como sénior no jugué mucho más [211 minutos entre liga regular y playoffs]. No entendía por qué no lo hacía más... Ahora veo que la competencia era brutal en un grupo humano extraordinario y muy divertido. Sandra Gallego me ayudó muchísimo, también Betty Cebrián, Paula Seguí... Había firmado por tres años, pero necesitaba jugar y equivocarme. Por eso me fui y no me arrepiento. Nunca sabré qué habría pasado si me hubiese quedado o si hubiese vuelto en el que casi de que el club no se hubiese disuelto. Crecí muchísimo en el Club Baloncesto Ciudad de Burgos, igual que en el Olesa y el Rivas. Luego me fui al extranjero. He visto mundo.


¿Qué se estarían diciendo Anna Cruz y Erika de Souza tras ganar la segunda Liga Femenina del UB Barça? Foto: FC Barcelona.


—¿Cómo viviste la desaparición del UB Barça

Fue un golpe muy duro, sobre todo porque era el club donde me había formado. Te sientes impotente porque no puedes hacer nada. 


—Con Lucas Mondelo ganaste varias prórrogas con el Olesa.  

Siempre lo recuerda y yo, que tengo memoria de pez, sólo me acuerdo de una en la Seu d'Urgell contra el Cadí. Yo no pensaba, simplemente ejecutaba incluso jugadas que diría que no eran para mí. Si veía que tenía ventaja, no me lo pensaba. Algunos lanzamientos entraron y otros no. Son tiros que no me importa hacer y que muchas veces me salen innatos.  


Anna Cruz y Silvia Domínguez en el campus que organizan juntas. Foto: Cruz+Domínguez Camp. 

—¿Te gustaría ser fuera de la cancha como dentro?  

¡Me encantaría! Fuera de la pista soy muy indecisa y puedo cambiar de opinión cada 20 segundos por tonterías. Si me tengo que comprar ropa, por ejemplo, dejo la prenda que ya había elegido y acabo cogiendo otra. Mi madre me da por imposible...  


—"El baloncesto me enseñó a ir perdiendo la timidez", confesó en Cronómetro de Récords Sara Gómez, capitana del AD Cortegada. ¿Te ha pasado lo mismo? 

Quizás también. Aunque Sara era muy, muy tímida, eh. Bueno, éramos parecidas... Ser la novatilla era y sigue siendo duro, aunque el grupo, como sucede en el Araski, sea excepcional y  me facilite mucho las cosas. Con los años he mejorado y ya no me quedo quieta como una estatua como en el primer día de cole. Cindy Lima siempre repite que el primer año que fui a la selección tardó dos semanas en escuchar mi voz. ¡Y eso que éramos compañeras de habitación! 

 

La entrevistada con su familia tras las semifinales del Eurobasket de 2019 ante Serbia. Foto: Alberto Nevado / FEB.

—¿Fue la culpable de que te abrieras al grupo?  

Absolutamente. Cuando estoy con personas que no conozco lo suficiente, intento no llamar la atención. Ya hablaré cuando tenga confianza. "La Cruz aquí no respira y en la habitación no se calla", repetía Cindy Lima. Si hasta me costó soltarme con ella, que no puede ser más abierta... Nos reíamos y hacíamos mucho el burro. Cuando cojo confianza... ¡Me dejo ir!  


—¿Te sientes líder?

No. No creo demasiado en liderazgos ni tengo líderes. Además, como no soy perfecta en ningún aspecto, no puedo liderar en nada ni a nadie.   


—Estás muy unida a tu hermano. ¿Cuál ha sido el audio más especial que te ha mandado felicitándote? 

Me hizo mucha gracia el de después de la canasta sobre la bocina contra Turquía en cuartos de final de los Juegos Olímpicos de Río. Dos minutos de audio en los que se callaba, volvía a hablar, gritaba... ¡Estaba eufórico! ¿Sabes? Los primeros cuatro días en la Villa Olímpica me los pasé con la boca abierta, impresionada con el comedor, el gimnasio, los y las atletas de todo el mundo... Quise vivir al máximo una experiencia que no sabía si repetiría.  



—¿Sois muy parecidos?

En algunas cosas sí. Muchas veces estoy pensando una cosa y... ¡La dice él! Somos uña y carne y eso que de pequeños nos estábamos peleando todo el día. Bueno, lo normal.  


—El Eurobasket de Polonia 2011 fue el último torneo en el que la selección, que cayó contra Croacia en la segunda fase, no ganó una medalla. ¿Qué falló? Veníais de lograr el primer metal en un Mundial, en la República Checa. 

Bueno... ¿Sabes cuando todo sale mal? Pues pasó. Estábamos en un bucle y sin confianza. No estábamos acostumbradas a perder y nos quedamos sin los Juegos Olímpicos de Londres.   


—A la tercera conseguiste levantar la Euroliga.  

¡Por fin! Era el único [gran] título de clubes que se me resistía, después de rozarlo con el Rivas y el Nadezhda. Fue muy especial y tuve un papel importante en el Dynamo Kursk de Lucas Mondelo.  


Anna Cruz mira su medalla como campeona de la Euroliga. Foto: Getty Images. 


—¿Qué sueles pensar cuando coges el anillo de la WNBA que ganaste con Minnesota Lynx?  

No lo hago mucho. Ahora que me recuerdan que ya han pasado cinco años recuerdo cuánto sufrimos y disfrutamos para lograrlo. Durante el tiempo que duraron las finales contra Indiana Fever soñé tantas veces que perdíamos...    


La entrevistada David Sherman NBAE / Getty Images.

—En Cruz+Domínguez Camp se concentran muchos sueños.  ¿Cómo surgió que Silvia Domínguez y tú acabaseis montando un campus juntas?  

Porque ambas, en momentos diferentes, le propusimos la idea a Javi Torralba, un amigo de toda la vida. Pensamos que sería interesante y diferencial que dos jugadoras de élite que han jugado juntas desde pequeñas, se llevan muy bien y comparten muchas amistades organizasen un campus para formar a niños y niñas. Había una historia detrás. Un mensaje. Creo mucho en los mensajes. 


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